lunes, 25 de julio de 2011

Sobre JUAN SALVADOR GAVIOTA de Richard Bach y EL PROFESOR de Frank MacCourt



En un grupo al que asisto se sugirió ver la película Juan Salvador Gaviota, basada en el libro del mismo título cuya lectura siempre había rechazado pues me imaginaba un texto similar al poema Desiderata, tan popular en  los años 70.  Un llamamiento a ser feliz o algo así…

Me esforcé para ponerle atención a la película, que es bastante monótona, y quedé con la sensación de que algo no se dice. De que el autor se oculta detrás de un discurso que promueve el individualismo y  la lucha por el crecimiento personal.

Es un relato que propone  ignorar la realidad de los límites que todos tenemos y la necesidad primordial de relacionarnos con los demás, de pertenecer a la bandada. Pero un llamado tan abstracto y que no se sabe de quién viene, no logra convencer.

En cambio,  casualmente llegó a mis manos en estos mismos días un ejemplar del libro El profesor de Frank MacCourt. Allí encuentra uno una persona real que superó un pasado, que falló muchas veces, una persona concreta que nos comparte su historia.  Uno puede decirse:  Si Frank MacCourt pudo salir adelante, convertirse en escritor a los 66 años después de una infancia miserable y de haber sido carga bultos y profesor de colegio durante 30 años,  ¿por qué yo no?

Juan Salvador gaviota es un pájaro imaginario y es difícil identificarse con él.

Por otra parte, ¿será cierto que o se es un soñador temerario e idealista o un ciego comedor de basura?, ¿será cierto que para volar cada vez más alto hay que romper con la bandada?, ¿será cierto que podemos lograr cualquier cosa? Para Juan Salvador  la bandada es un lastre y todo está en la mente.

A veces nos creemos mejores que los demás.

Juan Salvador Gaviota sin duda se cree mejor; cree que no necesita de los otros. Y que, solo, podrá volar mejor.

Pero, ¿acaso no somos principalmente lo que somos para los otros?, y, ¿acaso nuestros ideales más caros no nacen del contacto con los otros, no son precisamente los ideales de las personas que amamos y admiramos?  Aunque sean personajes de la literatura como le sucedió a Frank MacCout.

Me pregunto cuáles son esos seres a quienes va dirigido el llamamiento de Juan Salvador Gaviota y cuál es el propósito del autor con ellos.

Pareciera que habla a seres que por alguna razón han decidido vivir mirando al suelo cuando podrían mirar hacia lo alto.  ¿Acaso somos como ellos? Seguramente por mucho tiempo en nuestra vida hemos estado tan perdidos y hemos sido unos personajes tan poco atractivos como esas gaviotas o como Frank MacCourt cuando, según él mismo, era un pusilánime y un fracasado. Pero en el libro de este último puede uno verse reflejado y no en el de Richard Bach…

Pienso que todos somos en algún momento  como ovejas sin pastor...ciegos y sordos queriendo vivir por nuestra cuenta cuenta. Y ahí están los artistas, los maestros como Frank MacCourt, los consejeros y guías espirituales tratando de hacer lo mejor que pueden para iluminar el camino. Y la mejor manera es compartiendo sus historias.

El problema principal que debemos afrontar todos más tarde o más temprano es qué hacer con nuestra libertad. Problema que ya tiene resuelto Juan Salvador Gaviota… él solo quiere volar más alto y más rápido. ¿Qué queremos cada uno de nosotros? ¿Para qué vale la pena seguir vivos?

Vale la pena preguntarnos todo esto pero no en abstracto sino como el personaje de la historia particular que hemos vivido, como el centro de la red de relaciones que hayamos construido.  Y comenzar por cambiar junto con los demás.




lunes, 18 de julio de 2011

Me gusta… no me gusta…



Lo importante es que lo que hagas me guste, porque si no, no me lo como…declaró mi esposo ante mi anuncio de optar por la cocina “sana”…

Esto, y no otros asuntos de orden político como los gustos culturales (preferir el sancocho a la tarte flambée),  o las preferencias sexuales (preferir los hombres a las mujeres o veceversa) fue lo que me llevó a cuestionarme sobre el grado en que uno decide por sus propios gustos.

En general, ¿decide uno por sus propios gustos o no? Pareciera que no, es lo que está implícito en declaraciones como la anterior. No se discute que el propio gusto pueda ser, si no la razón suficiente, al menos la justificación de una acción o de una actitud.

Me resulta difícil creer que no pueda uno  lograr que le guste, por ejemplo, la coliflor, cuando a tanta gente le gusta y además parece estar demostrado que conviene a la salud.  O, dado el caso, lograr disfrutar el sexo con un individuo del sexo opuesto para formar una pareja y una familia, cuando eso es lo más adecuado a  la fisiología y a la vida social   ...

En el curso de la evolución,  las aves desarrollaron picos de diferentes formas que se adaptaban al alimento disponible. No solo se adaptaron que les gustara “lo que había” sino que incluso modificaron su fisiología para sacar el mejor partido de lo que fuera que el medio ambiente ofrecía.

No creo que sea cuestión de preguntarnos qué fue primero, si el huevo o la gallina. Seguramente los seres vivos investigaron primero, por ensayo y error, cuál era el alimento conveniente,  luego desarrollaron  el gusto por el mismo y por último adaptaron sus órganos a la mejor consecución del mismo…en todo caso el resultado es el mismo, a los animales, mejor dicho, a los animales no humanos y concretamente a los animales silvestres  en su medio ambiente natural,  les gusta lo que les conviene. Solo el hombre desarrolló el gusto por tóxicos como la nicotina o el alcohol y  adicciones al dulce o a las grasas.

Claro que es propio del hombre forzar la naturaleza más allá de los límites…pero, ya que con todo ello lo que se busca es más y más libertad,  no puede ser que ahora nos pongamos las cadenas de gustos o aversiones creados por nosotros mismos.

Es importante entender que, así como nuestras creencias más básicas y nuestro sentido de lo real se fundamentan más que en decisiones propias, en lo que creen o tienen por realidad nuestros padres o la gente de nuestra familia,  así mismo nuestros gustos en materia  de alimentación, costumbres, vestido, incluso, religión, están condicionados por los gustos de la gente que amamos o admiramos. Son arandelas que nos podemos quitar si queremos sin dejar de ser nosotros mismos. Podemos desaprender unas cosas y aprender otras…

En todo caso, hoy día parece ser que algunos  gustos se confunden con necesidades y se convierten en derechos.   El primero de ellos y del que más se ha abusado es el famoso derecho al libre desarrollo de la personalidad.  Pienso que este no es más que la justificación   del individualismo hedonista y de la sobreestimación de la esfera privada, que han acabado por imponerse ante la impotencia de los educadores cristianos que predican, o deberían predicar un estilo de vida diferente… comenzando por erradicar la idea de que no somos responsables de nuestros gustos...