Cuando uno sigue sentado y no se mueve ni porque vea que se aproxima una tracto mula y que le va a pasar por encima, está cumpliendo la ley de la inercia. Estrictamente, la ley de inercia solo la cumplen los muertos.
En realidad es la ley que más se cumple. Porque la tendencia fundamental de la vida es la de que las cosas sigan como están, que no cambien. Esa es la esencia de la ley de la inercia.
Cuando un típico profesor de física tira de un mantel con platos y copas encima y no se caen… (aunque estrictamente sí se mueven un poquito), dice, ¿ven?, ¡se cumple la ley de la inercia! Y descresta con la palabra aunque honestamente con eso no está demostrando nada. En primer lugar porque las leyes no es posible verlas de una sola vez, abrir los ojos y ver la ley. Ni la ley de inercia ni ninguna otra. O sea, puedo ver que estalla la bomba, pero de ahí a relacionar ese estallido con E= mc2 hay un largo camino. Igual podría mirar simplemente los platos encima de la mesa sin tirar del mantel y decir: ¿ven? ¿ven? ¡La ley de inercia!... Y todos pensarían que está loco porque lo que ven es otra cosa. Solo se ve lo raro y el raro ahí sería el profesor.
Pero volvamos a la inercia.
Tiene que ver con la masa, con que los cuerpos tienen masa y entre mayor masa, más difícil sacarlos del estado de reposo o de movimiento con velocidad constante en que se hallen. Y con que en realidad, estén o no estén muertos, no van a salir de ese estado sin la aplicación de una fuerza externa.
Entonces, ¿si el cuerpo casualmente no está muerto sino vivito y coleando como el lector o como yo en este momento? He ahí un gran problema. Uno siente que puede moverse por sí solo sin la ayuda de nadie. Si se quiere parar del sillón lo hace, si quiere ir a la cocina por un vaso de agua lo hace, si quiere saltar por la ventana ¿quién se lo va a impedir? …
El profesor de física nos sale con una insólita respuesta y olímpicamente sostiene que no somos nosotros quienes nos movemos. ¡Es el piso el que ejerce una fuerza de rozamiento estático sobre el zapato que nos impulsa hacia adelante! ¿Y por qué querría el piso que uno se moviera? El profesor entonces se hace el sordo pues esa es una pregunta por fuera del paradigma, los físicos no piensan en el pensamiento ni en los propósitos. Son preguntas prohibidas… y ahí sí que quedamos fríos.
Ahora, si uno se tira por la ventana, el movimiento se debería a la Tierra que lo impulsa a uno hacia su centro, tampoco es mérito propio. En fin…la física no logra explicar porque algo se mueve hacia algo, o por qué, en contra de lo que manda la inercia, las cosas cambian, evolucionan, estallan, avanzan o, a veces, retroceden.
La ley de inercia postula más exactamente que un cuerpo permanecerá en reposo o en movimiento con velocidad constante a menos que actúe sobre él una fuerza. Mejor dicho, que si diéramos un impulso a un disco sobre una mesa sin rozamiento, y la mesa fuera infinitamente extensa, el disco seguiría sobre una línea recta hasta el infinito. Pero no hay mesas infinitas sin rozamiento. Viéndolo de esta manera, la ley de inercia no se cumpliría nunca porque vendría a ser una ley para condiciones ideales e hipotéticas y no para situaciones reales. Es como si se dictaran leyes para los marcianos que habitan nuestra ciudad. Esas leyes nunca se cumplirían (¿o siempre se cumplirían?), porque las condiciones de su cumplimiento nunca se darían….
En todo caso, y ya que no podemos cambiar las cosas, aceptemos la ley de la inercia. Y disfrutémosla. Gracias a ella tenemos la sana rutina.
Entre otras, la rutina del día y la noche. En un momento dado hace millones de millones de años la Tierra cogió impulso o, seguramente y de acuerdo con las leyes de Newton, algo o alguien se lo dio. Desde entonces gira una vez cada 24 horas. Por inercia, seguirá girando por otros cuantos millones de años más… no por toda la eternidad, ya que las condiciones ideales tampoco se dan en este caso, pero si por mucho, pero mucho tiempo. De modo que, afortunadamente, después de esta noche seguirá un nuevo día y otro y otro.
Es fabuloso despertar y ver que el mundo que dejamos ayer sigue ahí… y sin ningún esfuerzo de nuestra parte. Nos dejamos llevar por la inercia y vamos al baño, tomamos una ducha, nos cepillamos los dientes…en fin, montados en la rutina disfrutamos la vida con serenidad. ¿Para qué los cambios? Sobresaltan, no dejan gozar del calorcito de la mañana, de la película de la noche, de las galletas de chocolate que, gracias a la inercia, siguen en el cajón y no se han ido para ninguna parte.
Y termino, porque es hora de mi siesta.