En dos
sentidos creo que es importante pensar bien.
El primero
consiste en pensar desde la realidad y no desde el deseo. Hacer proyectos y
actuar aceptando las cosas como son realmente y no como me convendría que
fueran.
Uno tiene
que adaptarse al mundo tal como es, incluso aceptar que uno forma parte de esa
realidad que hay que cambiar, para, desde ella misma, cambiarla en la media de
lo posible. No conduce a nada cerrar los ojos y actuar como si las cosas ya
fueran de otra manera y no como realmente son. Hay que conocer el mundo y, sobre todo, conocerse uno mismo.
Me refiero a
la realidad objetiva, la que podemos conocer mirando, escuchando y experimentando.
Y más vale que miremos, escuchemos y experimentemos.
Para lo que
se nos oculta, lo que no podemos ver, debemos suponer algo, y, en este caso, lo
mejor es ser optimistas y suponer y esperar lo bueno y no lo malo.
Por ejemplo,
no tenemos la absoluta seguridad de que mañana va a salir el sol nuevamente o
si un cataclismo cósmico inesperado ocurrirá. Pero, en la práctica, lo mejor es suponer que va haber otro día.
Quizás en
una semana voy a morir, pero lo mejor es suponer que no, y no gastarme el
sueldo de un mes en una semana…
En otro
sentido, hace uno más atribuyendo a los demás sentimientos e intenciones
positivas que suponiendo lo peor. Se ha hecho experimentos donde a un maestro
se le dice que algunos niños tienen una inteligencia superior y luego se
observa que esos niños precisamente, se desempeñan mejor que los otros, aunque
en realidad no tenían nada de especial.
Cuando se le
dice a un niño que es desordenado, o perezoso, lo volvemos desordenado o
perezoso.
En términos
generales, de la gente uno obtiene aquello que espera…
En otras palabras, pensar bien no es forzar la realidad para acomodarla a lo que queremos,
sino aceptar que todo no depende de nosotros.
Estamos en las manos de Dios y muchas cosas que hoy no entendemos, cobrarán
sentido cuando superemos esta realidad terrena…hay un más allá y es nuestro
destino inexorable.
Si lo que
nos proponemos está en el plan de Dios y es nuestra misión, Él nos dará fuerzas
como se las dio a Elías cuando se acostó a morir debajo de la retama.
No somos ni
ángeles ni demonios, somos simplemente humanos…