domingo, 30 de junio de 2013

Acerca de" Historia de las misericordias de Dios en un alma" de la madre Laura Montoya


La lectura de esta autobiografía de la madre Laura, primera mujer colombiana declarada santa, depara grandes sorpresas y la mayor de ellas es que con esta declaratoria, se reivindica la imagen de una mujer que no por fundadora dejó de ser una simple maestra pobre y humilde, y quedan muy mal sus opositores en vida, supuestos representantes de Dios en la tierra pero que hicieron quedar muy mal a su representado.
La madre Laura vivió en una época donde imperaban el machismo, el clasismo y el racismo.  Y ella era mujer, pobre, morena y quería a los indígenas… todo hacía prever que llevaría una vida aburrida, gris, miserable. Pero no, por encima de maltratos e injusticias supo encontrar un camino de luz, y descubrió su vocación que fue la de luchar por los indios colombianos, ser su hermana y amiga, salvar sus almas. Esta misión le arrancó lágrimas pero también alegrías y sobretodo la felicidad de saber que estaba cumpliendo la voluntad de Dios, pues Él se lo hizo saber con signos muy claros, !verdaderos milagros!
La autobiografía de la madre Laura Montoya es un documento que impacta por su sinceridad y por la grandeza de espíritu que se pone de presente  a través del testimonio de su vida.
La suya fue una época de violencia partidaria. De sectarismo donde el conflicto entre conservadores católicos y liberales ateos o anticlericales daba lugar a actos de intolerancia, guerra sucia y persecuciones  ante los cuales era difícil defenderse. La madre Laura fue perseguida por liberales como el señor Alfonso Castro, como presunta representante de la beatería y por el ultraconservador monseñor Builes, por mujer insubordinada…
Los puestos de trabajo se conseguían gracias a palancas y muchas veces por azar y conveniencia de alguno. Sucedían cosas tan folclóricas como que una chica de 16 años, la entonces señorita Laura Montoya, terminara de directora del manicomio de Medellín, cosa que sucedió hacia el año 1890. Por otra parte, me sorprendió el hecho de que una simple maestra como era ella, pudo hacerse oír en congreso a punta de telegramas pidiendo ayuda para la misión e incluso fue recibida por el presidente de la república doctor Carlos E. Restrepo.
Era difícil acercarse a los indígenas y enseñarles la ley de Dios, como pretendía Laura. Ellos  decían: Tu no enseñar a mí porque yo no tener alma… y con esto creían descorazonarla, pero ella más se empeñaba en demostrarles que si tenían alma y que eran queridos por Dios. Como los antiguos colonos y misioneros  lo habían hecho quedar tan mal, la misión de las hermanas era en primer lugar “hacer quedar bien a Dios” ante ellos. Para esto se acercaban  con humildad y respeto y no poniéndose por encima. Esto era inconcebible una sociedad que veía a los indígenas como animales.
Ellos, con razón,  tenían miedo de que los engañaran una vez más para masacrarlos y despojarlos de sus tierras … la madre Laura se dio cuenta de que no era con violencia y autoritarismo como se podría lograr que los indígenas abrazaran la fe, sino ganándose su amistad, generando confianza, dando testimonio de amor y servicio, poniéndose de su lado.
Se ve que era normal para ese entonces apropiarse de los triunfos de otros cuando esos otros eran unas pobres mujeres como las hermanas de la madre Laura. Ellas habían logrado, con un trabajo heroico y contra la oposición de la mayoría, establecer una misión en Daveiba. Al final fueron despojadas por los reverendos padres carmelitas.  Igualmente sufrieron la persecución del reverendo Siervo de Dios (¡) el obispo Builes por cuanto él deseaba fundar unas congregaciones misioneras “desde arriba” y para ello, las misioneras de la madre Laura, para ese entonces ya  queridas por los indígenas, le estorbaban.  Con engaños, este y otros prelados las traicionaron y manipularon. ¡Muchas veces ejercieron labor disociadora desde el confesionario! Fueron tantas las persecuciones  contra la pobre hermana que si su obra no hubiera sido de Dios con toda seguridad habría sucumbido y no hubiera hoy recibido ella el reconocimiento de santa. El obispo Builes, el mismo que declaró pecado el liberalismo, los bailes, que las mujeres usaran pantalones y montaran  a caballo a horcajadas, nunca la perdonó. Hoy debe estar revolcándose en su tumba al saber que ella fue quien terminó en los altares y él ha quedado ante el tribunal de la historia como un fanático y un neurótico.
Por algo la madre Laura no tuvo que luchar y fue para conseguir jóvenes que la siguieran. Continuamente niñas y jóvenes seguramente seducidas por su personalidad, por la pasión que la embargaba, querían sumarse a su congregación.  Me imagino que eso las atraía más que una vida mediocre y de sumisión, que era el destino de la mayoría de las mujeres casadas en esa época.
Su lema era: mi convento es la selva y la mula es mi celda. No fue amiga de ceremonias ni rituales. Encontró a Dios en la contemplación de la naturaleza.  El la premió con signos de su presencia haciendo que por su medio se lograran prodigios como la erradicación de una plaga de langostas y muchas curaciones.
¡Bendito sea Dios por la vida y obra de Santa Laura Montoya!


miércoles, 10 de abril de 2013

INTELECTUALES SIN TRABAJO


 

Hay muchos intelectuales sin trabajo y sin saber por qué.

Uno podría  tratar de  abrirse camino partiendo de cero, solo con sus ilusiones…lanzarse al vacío  esperando aprender a volar por el camino … y lo logra, o se estrella simplemente. Pero se necesita tener el corazón de un héroe.

También puede quedarse esperando un golpe de suerte, la lotería, un milagro…

De resto se trataría de conseguir un empleo.

No basta saber mucho o ser muy inteligente. Para conseguir un buen empleo, es necesario tener en cuenta que las empresas van por sus intereses. No contratarán a alguien a menos que estén seguros de que esta persona hará lo que ellas necesiten o quieren y no lo que a ellas les guste. Pero, alguien que haya estudiado una disciplina intelectual, generalmente ya en ese momento decidió que hace lo que le gusta a ella misma y no lo que le conviene en términos laborales que es lo que les gusta a otros,  o lo que otros necesitan…

Ahora, para conseguir lo que uno quiere, como por ejemplo, un empleo, es fundamental  proyectar una energía positiva. Conocerse a sí mismo y mantener un control sobre sus emociones de manera que siempre se proyecte una imagen de serenidad, optimismo, y amabilidad. Esta es la energía que atrae.

Es preferible mostrarse como alguien tolerante, modesto, de buen humor, dispuesto a aprender y a adaptarse, que como alguien superior.

La energía que repele, es la que proyecta negatividad, pesimismo, inseguridad…o soberbia y suficiencia.

En otros términos, la postura ante los otros debe ser la de yo estoy bien y los otros también están bien, no la de yo estoy bien y los demás están mal o la de yo estoy mal y los demás bien.

No importa tanto lo que uno sabe, los títulos ni nada de eso. Hay personas que solo dicen bobadas y sin embargo llegan muy lejos. Es que lo que no tienen en inteligencia o en intelectualidad o en lógica, lo tienen de sobra en inteligencia social y emocional.

Si bien la posición sana de entrada es yo estoy bien y los otros también, eso no significa que ni uno ni los otros tengamos que ser perfectos. Si uno es tolerante con los defectos de los demás y no se fustiga tampoco a sí mismo, seguramente recibirá esa misma comprensión y aceptación de los otros.

Si uno no es un genio en inteligencia emocional y social, debe comenzar por reconocerlo, porque las deficiencias se pueden manejar y se puede avanzar en el camino del éxito y la superación de problemas como la falta de dinero, el aislamiento social;  si uno reconoce que ahí está el problema.  Siempre se puede comenzar a trazar un camino para superar cualquier debilidad o falla. Se puede, pero es necesario partir de aceptar esta limitación y hacer un esfuerzo.

Todos tenemos la necesidad de integrarnos a la sociedad en el servicio a los demás, de hacer algo útil. Y de asegurar el dinero necesario para poder vivir dignamente atendiendo a necesidades básicas como el alimento, el vestido, la recreación, etc. Naturalmente si uno nació en una familia de plata, ya tiene asegurada su subsistencia y entonces puede darse el lujo de hacer lo que quiera, pero la mayoría tenemos que trabajar para poder vivir.

Una salida siempre es la profesión de maestro.

La labor del maestro tiene un impacto grandísimo en la sociedad y, ¿quienes mejor preparados que los intelectuales para asumir este compromiso? Además, siempre hay demanda de maestros sobre todo en ciudades y pueblos pequeños.

No es lo ideal, pero, no se puede cerrar la puerta a trabajos no calificados…Seguramente a quien ya está trabajando se le ofrecen más oportunidades de progreso que a quien se queda esperando por un trabajo mejor y sin hacer nada.

Lo que si habría que descartar es la actitud del avestruz: la negación.  O la tentación de echarle la culpa a cosas como el lugar donde estoy, la mala suerte, los otros…. eso no conduce a nada. Tenemos la obligación de hacer algo con el capital que se nos dio: la inteligencia, la salud, los conocimientos pocos o muchos, lo que sea.  Nuestra prioridad fundamental debería ser disfrutar la vida haciendo algo por nosotros mismos y por los demás.

Hablar con alguien de nuestros problemas es importante y es un desahogo, siempre y cuando no se convierta en la ocasión de reforzar nuestra convicción de que nada se puede hacer, o, en un intento desesperado por atraer un salvador … o alguien que nos solucione o tome las decisiones por nosotros. Es cierto que hablar con alguien nos puede ayudar a clarificar las situaciones que es el primer paso para encontrar una solución. Pero tenemos que preguntarnos primero si estamos dispuestos a aceptar en primer lugar que todo depende de nosotros y de nuestras propias decisiones y de nadie más.

La felicidad es el principal objetivo para cada momento de nuestras vidas, !para ya! , y no para un futuro inasible.  Pongamos todo sobre el tapete, busquemos la salida, rompamos esquemas, salgamos de círculos viciosos, ensayemos lo que habiamos descartado. No podemos quedarnos ahí mirando cómo se escapan los momentos preciosos de nuestra vida en cosas que no valen la pena como la amargura, la desesperanza, las quejas, la preocupación, el temor. Eso sería desperdiciar la vida, y recordemos, solo vivimos una vez.