viernes, 21 de noviembre de 2014

VIENTOS SALADOS

Comentario sobre la novela de Joanne Rochette, novelista quebequense actualmente en Bogotá.

¿Cuáles son estos vientos salados? Los vientos marinos que a la vez animan la vida animal y asfixian la vida del alma. Los vientos de la libertad.  O del ansia de libertad, ese espejismo que nos impulsa a la aventura, a transitar por mares insondables donde la razón se pierde.
El delirio, según Delphine comporta su propia inteligencia.  Penetrar esta nueva dimensión, dejarse llevar por estos vientos, es algo del orden de lo sagrado.
Delphine descubre esta chispa en brazos de Ernesto. La visión de una mano, el contacto con este ser libre y viril, la conducen por caminos extraños y atrevidos.
Ernest, piloto del rio San Lorenzo, por su parte, solo está comprometido con el rio. Lo conoce hasta en sus más mínimos detalles, y gracias a esto  puede pilotar con éxito grandes barcos desde Bic, a la desembocadura hasta Quebec y más allá, hasta el otro lado del mar, Londres o Liverpool.
De un padre que veían solo en invierno, marino y librepensador, Ernest y sus hermanos habían recibido como herencia “una especie de confianza que les hacía inaccesibles a la tontería de los demás, las burlas de los niños en la escuela no los alcanzaban”.  Ni el cura del pueblo que lograba someter fácilmente a las reglas del catolicismo romano a la mayoría, había podido evitar que asumieran libertades y actuaran según su parecer. ¿No era acaso el mar, siempre en movimiento de modo que no podía engendrar más que inestabilidad, desorden y anarquía, quien había inspirado el paganismo griego?
Delphine, por su parte, es libre frente a las mujeres del pueblo, sometidas a las labores domésticas, los embarazos sucesivos y a la continua espera de sus hombres. Ella se deja llevar de su pasión y deja Montreal para ir a Bic, el pueblo de Ernesto.  Allá se encuentran en los escasos momentos que los ires y venires del marino le permiten acercarse a su lecho.
Pero Delphine avizora una vida de continua espera, de angustia,  de pérdida de sí,  y decide  someter su cuerpo a fin de asegurar la libertad de su espíritu.
Pero esta búsqueda de libertad por parte de Delphine y de Ernest no acaba bien. El conflicto no se resuelve porque, por caminos separados ambos sucumben a un destino trágico.
La trama desarrolla una serie de paradojas. Delphine envidia la libertad de Ernest.  Se lo imagina cruzando los mares y siendo el timonel de su propia vida, yendo y viniendo a su antojo mientras ella lo espera  ansiosamente. Pero él se compara a  veces con los marineros de barcos que surcan los océanos mientras que él está obligado a recorrer siempre la misma ruta... Delphine deja a Ernest para ir a trabajar con su hermano mientras lleva una vida de familia que no la esclaviza en la medida en que el amor está ausente.  Finalmente una circunstancia accidental  le muestra lo lejos que está de tener el control…
Esta novela nos lleva a descubrir el  mundo de los pilotos del rio San Lorenzo en el Quebec de comienzos del siglo XX mientras contemplamos la historia del amor entre una mujer citadina y un marino;  amor que atraviesa por las dificultades de toda pareja,  no resueltas aún hoy, de un encuentro por fuerza disparejo, la pasión que obnubila, la pérdida de la libertad, la familia… Delphine es una mujer de ayer, de hoy, de siempre…


lunes, 4 de agosto de 2014

Preguntas sobre el cómo, cuándo y porqué, del porqué.



La teoría que trata de entender cómo nos explicamos nuestra propia conducta o la de los demás se llama teoría de la atribución.  Y como toda teoría tiene sus leyes y sus conceptos. Uno de ellos es el error fundamental de atribución que consiste en atribuir a causas internas o disposicionales  una conducta que realmente es causada por factores externos. Por ejemplo, una persona (puntual) llega tarde a una entrevista porque hubo un paro de transporte inesperado. El entrevistador, sin embargo, atribuirá el hecho a que la persona impuntual.
Se está cometiendo un error porque lo que se pronostica es que la persona, en caso de ser contratada, va a seguir llegando tarde lo cual no es cierto… ¿Aunque, quien podría verificarlo?
En todo caso suponemos que en alguna estadística se puede demostrar que el promedio del nivel de impuntualidad de los que llegan tarde a una entrevista cualquiera es superior al promedio de ese mismo nivel entre los que no llegan tarde a esa misma entrevista.
¿Pero… de un hecho estadístico se pueden inferir causas de comportamientos particulares?
Veamos el siguiente caso. Si sabemos que solo un 10% de las personas firma una petición para aumentar las penas al maltrato animal, y si x persona particular no firma la carta, ¿podemos de ahí inferir que esta persona no lo hizo por una disposición interna como por ejemplo que no le gustan los animales o que no le gusta firmar peticiones? O simplemente diríamos que no firmó porque esto es lo normal, ya que la mayoría de la gente no firma. Lo que es normal no requiere causas o explicaciones ulteriores.
Si algo cae, no preguntamos el porqué. Es normal que las cosas caigan. O podemos referirnos a la ley de gravedad. Todo cae. Muy distinto es preguntar si algo, como por ejemplo un globo, no cae, por qué no cae.  Y se tenderá a buscar la causa en una propiedad interna del objeto. Quizás está hecho de un material especial, quizás tiene una energía …algo interno.
Entonces si actuamos normalmente, o sea de acuerdo con lo esperado, esa ley general es toda la explicación que puede darse. No salimos desnudos a la calle porque nadie lo hace, y punto.
Pero, si alguien sale a la calle desnudo, esto sí requiere una explicación en términos de algo particular de esa persona, quizás esté loco, quizás es un artista en plan de realizar un performance…
En todo caso, me parece que el hecho de que las causas de una conducta particular puedan referirse a estadísticas  inquieta y abre la puerta a muchos interrogantes.
Consideremos la situación que ser presenta cuando la probabilidad de ocurrencia de algo es del 50%.  ¿Se puede, incluso en esta circunstancia preguntar por la causa de que tal cosa ocurra o no ocurra?
Por ejemplo. Una pareja fracasa en su matrimonio. Seguramente se preguntará por qué fracasó, si, como la mayoría, esperaba envejecer con su pareja, en la pobreza y en la prosperidad, en la salud y en la enfermedad, etc etc
Pero resulta que estadísticamente es cuestión de azar porque el 50 % de los matrimonios terminan en divorcio.
Entonces, ¿es igual de tonto preguntarnos por qué fracasamos en el matrimonio que preguntar por qué al tirar una moneda salió cara o salió sello?
Claro que en el caso de las situaciones humanas hay que considerar el factor de la libertad. Puede ser que todo el mundo haga las cosas de determinada manera y sin embargo uno siempre tiene libertad de hacerlas de otra. Por lo menos esa es la sensación que uno tiene, pero… ¿es la sensación de libertad lo mismo que la libertad?

sábado, 2 de agosto de 2014

VEMOS LO QUE QUEREMOS VER Y LOGRAMOS LO QUE PRONOSTICAMOS




Para los que en internet publican noticias que apoyan su visión de la realidad e ignoran todo lo que podría ponerla en duda.
Pongan atención por favor ustedes, personas fanáticas y sesgadas: no voy a contradecirlas para continuar un diálogo de sordos en el que ustedes repiten su lista de slogans. Es posible que los del grupo contrario hagan lo mismo, si ustedes y acaso ellos han logrado que la polarización llegue a extremos. ¿Están seguros de que tienen la razón? Pues deténganse un momento a pensar, ¿no sienten los otros eso mismo? Entonces, ¿no es razonable pensar que la verdad no está de un lado o de otro sino quizás en algún punto intermedio?
Además, quizás no se trate ni siquiera de buscar la verdad. Sino verdades diferentes. Ustedes pueden tener la razón… ¡exactamente lo mismo que  ellos!
Se han hecho numerosos experimentos que confirman que vemos lo que queremos ver y no vemos lo que no queremos ver.  Si tenemos una teoría, vemos todo lo que nos la confirma y no vemos lo que la contradice. Eso, en sicología social, se llama sesgo confirmacional.
Entonces, ¿no sería más prudente, dar paso a la duda? Pensar que quizás podemos estar equivocados y que los otros pueden tener por lo menos parte de razón?
Lo cierto es que todos los seres humanos queremos lo mismo, vivir en paz, compartir este mundo y sus riquezas. Trabajar, crear, tener libertad.  No queremos la guerra. En ella todos perdemos. Entonces, si todos estamos de acuerdo, ¿por qué vamos en la dirección contraria?
Atacándonos y sembrado cizaña solo lograremos seguir en la miseria, la inseguridad y el terror.
¿Quién nos nombró jueces de los demás? Será mejor mirar la viga en nuestro ojo que andar buscando pajas en los ojos de los demás. Ya el juicio vendrá en su debido momento, al final de la historia. Solo Dios ve la verdad en el corazón del hombre, porque, ¿qué sabemos de los motivos o de las buenas o malas intenciones de los demás? ¿Acaso conocemos las disposiciones innatas, la historia personal, las circunstancias de cada persona?  No, esas cosas solo están al alcance de Dios. Entonces recordemos lo que dice la Biblia:  con la vara con que midiereis serás medidos,  y también no juzguéis y no seréis juzgados. Y ya que todos estamos en el  mismo bosque, no le echemos leña al fuego o nos quemaremos todos.
Por otra parte, y suponiendo que hemos sido capaces de reconocer que de pronto la realidad no es exactamente como nos la imaginamos, es bueno tener presente el teorema de Thomas:
“Si una situación es definida como real, esa situación tiene efectos reales.”
O sea, la manera como nos representamos la realidad tiene graves consecuencias.  ¿Cuáles? Por ejemplo las profecías autocumplidas. Una profecía autocumplida es, como lo definió el sociólogo Robert Merton:
“Una profecía que se autorrealiza. Al principio es una definición «falsa» de la situación pero luego despierta un nuevo comportamiento que hace que la falsa concepción original de la situación se vuelva «verdadera».
Por ejemplo. Alguien sugiere que cierto banco está en bancarrota. Entonces todo el mundo retira sus fondos de dicho banco y efectivamente entra en bancarrota lo cual confirma la suposición inicial.
Entonces, si pronosticamos que, por ejemplo en una negociación, el contrario miente y no va a cumplir los compromisos, ¿no estaremos, al profetizar algo que no queremos, contribuyendo a lograr precisamente lo contrario?

viernes, 1 de agosto de 2014

Identidad, género e historia personal. Análisis del video "1977" de Peque Varela.



Me propongo analizar el video “1977” desde el referente de mi propia historia personal y teniendo como referencia los materiales y las ideas del curso representaciones culturales de las sexualidades de la Universidad Autónoma de Barcelona.
La tarea de tratar de conceptualizar, de crear un esquema de conceptos desde el que abordar la problemática de la construcción de identidad ligada al sexo-género y enmarcada dentro de una cultura y de una historia personal es bien difícil. En este escrito trataré de apropiarme del discurso que  cuestiona y trata de visibilizar los dispositivos a través de los cuales la cultura hetero-patriarcal impone una mirada y una dominación sobre lo considerado anormal.  La creación de un discurso emancipador es de la incumbencia de todos.
Como dice Krishnamurti:
Nosotros vivimos de palabras, y las palabras se vuelven también nuestra prisión. Las palabras son necesarias para comunicarse, pero la palabra jamás es la cosa. Lo real no es la palabra, pero la palabra se vuelve de máxima importancia cuando ha tomado el lugar de lo que es. (J. Krishnamurti, Cartas a las Escuelas, tomado de internet.)  
Como apenas estamos iniciando la tarea de intervenir el lenguaje para que sea más incluyente y no opresivo, y, de alguna manera estamos aprisionados en el diccionario de Maria Moliner, para citar uno de los textos que se nos proponen, no es fácil poner en palabras lo que algunas propuestas artísticas como el corto de animación “1977” de Peque Varela tratan de comunicar.
Nací en una familia de maestros, y tuve 6 hermanitas y un hermano. Me eduqué en un colegio público de niñas. Mi universo infantil era primordialmente femenino.
La protagonista del video, que llamaremos La peque, por su parte, ingresa en un universo mixto, y desde muy pequeña se siente presionada a unirse al grupo de las niñas y a asumir comportamientos específicos. Los juegos no son neutros sino que se participa en ellos desde la feminidad o la masculinidad.
En mi caso no fue así.  Se jugaba a la pelota simplemente o a “la mamá y la hija”, o sea a la familia. Pero esto era lo natural puesto que el modelo a seguir era el de mi madre, madre de muchas niñas.
La madre de La peque no parece haber sido un personaje determinante en la formación de su identidad. No se la muestra jugando con muñecas.
Luego viene el ingreso a la escuela y al espacio público.
La peque siente como violento el tener que usar ropa de niña, hacer planas con letras derechas, seguir normas para todo. Muchas veces siente un malestar en el vientre que se simboliza por un garabato interior con el que lucha…sin embargo parece lograr un cierto acomodamiento.
Pienso que al crecer en un universo tan predominantemente femenino, y tal vez por habérseme permitido ingresar con entera libertad al mundo de los libros, mi verdadero universo fue más interior que exterior. Pienso que crecí más como ser humano genérico que como mujer. Y eso es raro porque el ser humano genérico es el hombre. De modo que de alguna forma yo era hombre, en el sentido de ser humano genérico, antes que niña o mujer.
A propósito, y ya que como dice Meri Torras el cuerpo es la representación del cuerpo, nuestros cuerpos de mujeres, de niñas, de futuras madres, era lo que nosotros nos representábamos y eramos.
Nos proponían jugar al sol y al agua, usábamos pelo corto, pantalones…  en esto me identifico con La peque. Ella también parece haber sido ajena a las artes femeninas de la coquetería o de la seducción. No se sintió presionada a  para ser una niña bonita y logró vivir cómodamente en su cuerpo.
La normalización impuesta por la sociedad, y sobre todo por el padre, como para La peque, es representada por  la niña que es conducida través del tablero del juego de sociedad … pero esto en realidad es solo un juego… la vivencia interna, la realidad no logra ser aplastada.
Bueno, luego vino el asunto de la llegada de la primera menstruación. Como La peque, yo también oí la dichosa frasesita:
“ya es mujer”
Suena como una sentencia, una condenación a un sino desdichado…
Esa asociación de la mujer con lo biológico es algo aterrador. Los hombres creen que para una es natural, que de alguna manera una solo es una mujer, que si una se acerca a ellos solo lo hace como mujer y no como ser humano. Me ha pasado muchas veces. Es por esto que el dicurso queer me parece liberador no solo para quienes tienen un sexo ambiguo o algún transtorno de identidad de género…todas nosotras estamos en mora de asumir la identidad de seres humanos y punto, y de que se nos reconozca como tales. El rótulo mujer, de alguna manera deshumaniza.
Igual deshumaniza el tratar de ser macho… o lesbiana pura, o gay puro…
¿Qué otros aspectos podemos destacar del video?
Recuerdo que al tratar de asignar a María, aparentemente así se llama La peque, un género, surge la anomalía  y parece estar mal clasificada. Es María y está en el equipo de los hombres. Y peor, ¡le gusta otra niña!  Fatalmente llegan los insultos, la violencia que pretende enmarcarla, marimacho, marica…
Como dice Teresa de Laurentis
“El género, como la sexualidad no es una propiedad de los cuerpos o algo que existe originariamente en los seres humanos, sino que es el conjunto de los efectos producidos en cuerpos, comportamientos y relaciones sociales debido al despliegue de una completa tecnología política.”
Volviendo al video, finalmente La peque decide que no le van a importar los insultos como marica o marimacho y que no se va a amargar por lo que piensen los demás. Le da un puntapié a estos estereotipos  y se lanza a la vida son más estorbos.  Se me ocurre que quizás viva un lindo amor, como la protagonista de Te dejo, amor, en prenda el mar” de Carmen Riera, o, más probablemente, se dedique al cultivo de lechugas y de vez en cuando se reúna con sus amigas de Barcelona en El banquete de Safo

sábado, 3 de mayo de 2014

¿Hay libertad?



Estamos un una sociedad que se dice libre. En un estado que dice respetar la vida, la libertad, la propiedad. El esclavismo hace mucho se acabó, las mujeres tenemos derechos civiles, hay libertad de prensa, libre mercado... pero...¿somos en verdad libres?
Es cierto que el estado debe imponer restricciones al derecho de propiedad sobre nosotros mismos. Sea por fuerza de razón o por que creamos que Dios es nuestro dueño, hay límites, y muchos aceptamos que no podemos hacer con nosotros mismos cualquier cosa.
Pero cuando la libertad es la libertad del pobre para dormir debajo de un puente … o de una madre o un padre para repicar y andar en la procesión, como dicen o sea para trabajar y llevar la casa en jornadas de 20 o mas horas diarias... o la libertad del individuo para aceptar cualquier cosa de una empresa o del estado, uno se pregunta ¿de qué libertad hablamos?
¿Será acaso de la libertad para firmar contratos que lo obligan a pagar impuestos y contribuciones a salud antes de haberle pagado bajo amenaza de no pagarle?
Vamos al fondo de la cuestión. Locke pone los fundamentos de la libertad en la propiedad de uno mismo. En el estado de naturaleza cada quien es dueño de sí mismo. Y por lo tanto no puede ser obligado a trabajar para otro, a ceder sus posesiones a otro. Por ser dueños de nosotros mismos no podemos ser tratados como posesiones, como cosas de otras personas. No podemos ser esclavos sin atentar con un principio natural. Ni siquiera podemos hacernos esclavos por voluntad propia, eso sería ir contra nuestra naturaleza.
Este principio de dignidad arraigado en nuestra conciencia nos lleva a rebelarnos contra toda imposición arbitraria caprichosa o injusta.
Pero desafortunadamente hay que reconocer que una bella teoría como esta choca frontalmente contra una realidad muy distinta.
Primeramente pensemos en el niño o niña. No es libre porque debe hacer lo que sus padres le indican. Lo que la escuela le indica, lo que su comunidad de pares le indica, coerciones a veces incluso en oposición unas con otras.
Llega el adolescente a la edad de la rebeldía pero si se libra de sus padres, cae en las garras de otros amos. Buscando libertad se encadena a sus amigos e incluso a sus propios impulsos descontrolados...quiere ser libre para hacer lo que quiera pero ni siquiera sabe lo que quiere.
Eventualmente alcanza el joven la mayoría de edad y se dicta sus propias normas. Por supuesto no puede cumplirlas pues hay conflicto entre ellas y las de una sociedad no siempre lógica o justa.
Para el adulto prima el principio de supervivencia o de realidad. Hay que firmar cualquier cosa que la letra menuda diga para poder hacer algo, la libertad de que hablamos es la libertad de aceptar la injusticia y el absurdo.
Hablando de absurdos reseño uno más o menos inocuo. Uno llama al 113 en Bogotá y una grabación le informa: “Ud. acaba de elegir la opción, consulta residencial de Bogotá. Si su consulta es diferente a esta tendrá un costo de 300 pesos más ivaQueda uno en corto circuito cerebral tratando de entender.
Hay absurdos serios como el de obligar a un muchacho de 18 años a pagar la libreta militar para poder tener permiso de trabajo cuando para poder pagarla tiene necesariamente que poder trabajar. ¿Cómo se sale de este círculo vicioso?
Si no actúa uno según normas que se imponen para cuidar sobre todo a esos otros mas grandes, las empresas, el estado, se queda sin los servicios, sin el sueldo, sin nada. ¿Acaso puede poner sus propias condiciones en pie de igualdad?
El estado de naturaleza, no idílico sino ya corrompido por la guerra es lo que nos lleva a fortalecer los lazos tribales, o, preferiblemente a crear el estado de derecho, a asociarnos bajo un gobierno. Nada impide que ambas cosas coexistan...
Pero entre el estado de naturaleza y el contrato social, la libertad se pierde.
¿Que nos queda? Pues la libertad interior. No la de Sísifo que acepta subir su roca reivindicando el absurdo, sino la de quien confía en la victoria del espíritu humano cobijado por una realidad que nos supera pero que nos guía y a la larga nos entrega la victoria.