viernes, 18 de septiembre de 2015

Sobre El milagro más grande del mundo de Og Mandino


Se trata de una novela corta de ficción del género auto ayuda. Está dirigido a un público amplio, popular.
Og, el autor de la novela, un escritor exitoso de libros de autoayuda y director de una revista traba amistad con Simón,  un reciclador que vive cerca de su oficina. Pronto descubre que la vida de Simón tiene muchas coincidencias con la del personaje de uno de sus libros.
Simón se presenta como un hombre de una gran sabiduría que se dedica a ayudar a personas que hayan llegado a situaciones límite, desesperadas. Ha leído numerosos libros de espiritualidad, sicología, filosofía, etc. Y de ellos ha extractado una fórmula general que quiere que Og divulgue.
En un momento dado Simón desaparece y deja un manuscrito a Og con su legado : El memorando de Dios.
El autor busca trasmitir un mensaje valiéndose del ofrecimiento de una fórmula fácil para superar el fracaso, los problemas o el sentimiento de minusvalía e impotencia que puede agobiar a cualquier persona en algún momento de su vida.
Invoca  el éxito del autor (él mismo) y su reconocimiento por personajes de talla mundial.  Pienso que busca convencer subrepticiamente con el argumento de su autoridad e incluso presenta su mensaje como proveniente de la mano de Dios. Según él,  constituye el resumen y la quintaesencia de la buena filosofía de vivir extractados de la Biblia y de unos cuantos libros de literatura, filosofía, historia, siquiatría.
La fórmula consiste en aceptar que con un control mental conseguido a través de ciertos rituales y de la repetición de un ideario: El memorando de Dios, se va a lograr el Milagro más grande del mundo que es la resurrección del muerto en el que nos hemos transformado.  Según el autor, nos hemos convertido en prisioneros de ideas equivocadas y no vivimos realmente todo nuestro potencial. La meta es liberarnos de ese estado de muerte y para pasar a una vida plena.
Los mandamientos fundamentales de este ideario son cuatro:
Cuenta tus dones
Ten conciencia de tu individualidad.
¡Sigue adelante otro kilómetro!
Usa sabiamente tu poder de elección:
Elige amar... en lugar de odiar.
Elige reír... en lugar de llorar.
Elige crear... en lugar de destruir.
Elige perseverar... en lugar de renunciar.
Elige alabar... en lugar de criticar.
Elige curar... en lugar de herir.
Elige dar... en lugar de robar.
Elige actuar... en lugar de aplazar.
Elige crecer... en lugar de consumirte.
Elige bendecir... en lugar de blasfemar.
Elige vivir... en lugar de morir.

Da la sensación de que el autor está convencido de que realmente va a salvar a muchos con su fórmula…
El fondo del mensaje que no supera unos consejos de sentido común, está envuelto en una narración que busca sorprender y subyugar a personas que están en condición de vulnerabilidad.
El libro se vende por sí solo porque aplica las estrategias de manipulación de masas más evidentes. Reconoce una gran debilidad del hombre actual, alejado de la religión, el individualismo. Mucha gente busca afanosamente un sentido para su vida, una luz que le señale el camino. El libro responde a esta necesidad ofreciendo una solución fácil al problema de la búsqueda de la felicidad. Apela también a la tendencia a sumarse al grupo. La mayoría está siempre dispuesta a seguir al líder dominante que en este caso es el autor del libro.
Pienso que libro es la propuesta de un hombre bienintencionado que hizo un resumen de los que, según él, son los principios básicos sobre los que se fundamenta la felicidad y los presenta como el Memorando de Dios.  Esta propuesta no puede compararse con la vivencia de una fe sólida y la pertenencia a una comunidad como puede ser, por poner un ejemplo, la Iglesia católica.  
Con más de dos mil años de camino y crecimiento en la construcción del Reino de Dios, con un cuerpo de conocimientos fruto del trabajo teológico, con el testimonio de miles de santos…con la presencia viva del Espíritu Santo que la acompaña, la iglesia ofrece lo que ningún auto proclamado profeta puede hacer. Cada una de las grandes religiones ofrece un camino que es fruto de una sabiduría acumulada por milenios.
Pero incluso hoy día la ciencia de la sicología ha avanzado mucho en el tema de la felicidad. Hay conocimiento científico fundamentado que nos enseña cuáles son las actitudes, las ideas y los hábitos que conducen a una vida más satisfactoria. No se trata de fórmulas fáciles, se trata de cambiar maneras de ser y  de pensar.  El  conocimiento de uno mismo, y el esfuerzo para lograr unas relaciones más satisfactorias y significativas con los otros no son fáciles de alcanzar, pero son lo más importante.
El  construir unas relaciones basadas en la confianza, el respeto, la compasión y la solidaridad son la base de una vida feliz.
No creo que quien por obediencia, respeto a la autoridad o desespero siga la prescripción de leer durante 100 días el Memorando de Dios, esté haciendo un cambio interior firme y duradero, solo se está aplicando un auto lavado cerebral.
Es fácil imaginar que  Og Mandino y sus editores sí estarán felices pues han ganado millones de dólares con este tipo de libros…









viernes, 14 de agosto de 2015

Por qué el número de creyentes acríticos crece y la ciencia no interesa al público.


Voy a centrarme en la teoría de Darwin ya que está en el foco de la polémica entre la ciencia y la religión.
Aún hoy día para algunas personas es difícil conciliar la creencia en entes espirituales como el alma o Dios, con el reconocimiento de que existen mecanismos en el cerebro sin los cuales es imposible pensar o sentir y, sobre todo, que estos mecanismos han evolucionado desde prototipos presentes en antepasados comunes a nosotros y a nuestros parientes más próximos los simios. La idea de que para explicar esta evolución en términos generales no es necesario introducir entes espirituales pues basta con acudir a circunstancias y factores enteramente naturales y materiales, genera molestia en aquellos que fincan sus creencias metafísicas en alguna carencia básica de la materia la que de alguna manera no podría superar ciertas  barreras y alcanzar algún nivel de espiritualidad, para ellos necesario en el terreno de lo  humano.
Una de estas ideas es la creencia en la libertad del hombre. No estamos determinados de la misma manera como lo está la materia bruta o los animales.
La teoría de Darwin afirma que las especies cambian por descendencia con modificación debido a que los organismos de una especie varían mucho en sus características particulares lo que los hace más o menos aptos para la supervivencia en cada medio ambiente particular, y, como en cada momento la reproducción  genera muchos más individuos de los que pueden alcanzar la edad reproductiva,  la lucha por los recursos selecciona a los más aptos.
Darwin evitó usar la palabra evolución pues en su época esta palabra estaba asociada con teorías opuestas y se asociaba también con la idea más amplia de progreso lo que imponía connotaciones políticas indeseables.
Algunos como Daniel Dennet (uno de los 4 jinetes del ateísmo) piensan que con su teoría Darwin logró unir el ámbito de la imperfección e inercia material con el riquísimo mundo del sentido bajo una teoría metodológicamente naturalista. Pero preguntémonos ¿cuál sentido? No puede haber sentido en el azar.
Una ley como la que establece que el mecanismo por el cual las especies evolucionan es la selección natural, es como la ley de gravitación, un mecanismo de la materia. Algo inapelable y ciego.
No es necesaria la intervención de Dios en cada momento evolutivo así  como no es necesaria en cada instante de la caída de una piedra.
La visión corriente en la época de Darwin (mediados del siglo XIX) era la de que o bien las especies eran fijas o bien la materia incluía un principio vital no material que guiaba la evolución.
La revolución copernicana chocó en la época de Galileo con la oposición de la iglesia o al menos de los sectores conservadores y ortodoxos que creían en la interpretación literal de la Biblia.  La visión bíblica del universo sustentaba la posición privilegiada del hombre en el universo.
La teoría de la evolución empeoró las cosas para los fundamentalistas puesto que ahora era la jerarquía del hombre entre los seres vivos la que se ponía  en cuestión. Para Darwin somos de la misma materia que los demás animales. Como científico Darwin era profundamente materialista.  
Pero no se puede decir que fuera enemigo de la religión, entendida como un núcleo de creencias que dan respuesta al problema existencial y del bien y el mal y que nos hace unirnos alrededor de valores sagrados, incluso había pensado hacerse clérigo. De lo que era enemigo era de la abdicación de la razón que suponía el dogma religioso. Consciente de las consecuencias de su trabajo para la cosmovisión imperante, no solo retrasó la publicación de su trabajo durante casi veinte años, sino que también evitó consuetudinariamente dar declaraciones públicas sobre las implicaciones filosóficas de su teoría. En 1880, escribió a Karl Marx:
 Me parece (con o sin razón) que los argumentos directos contra el cristianismo y el teísmo apenas tienen ningún efecto en el público; y que la libertad de pensamiento será mejor promovido para el humano en pie que sigue el progreso de la ciencia por un esclarecimiento gradual. Yo, por lo tanto siempre he evitado escribir acerca de la religión y me he limitado a la ciencia. (Tomado de : Siempre desde Darwin: Reflexiones sobre Historia Natural, por S. J. Gould )
Sin embargo, el contenido de su trabajo era tan chocante para el pensamiento tradicional occidental que la resistencia persiste.
S. J. Gould dice que el hecho de que el potencial de la mente o la armonía del universo despierten nuestra admiración es independiente de que se las atribuyamos al azar y a las fuerzas naturales o a un Dios creador y diseñador.
Pierde de vista que la religión no es principalmente un dogma o unas creencias sostenidas individualmente sino sobre todo unas prácticas, rituales, actitudes y sentimientos compartidos. La fe no es irracional pero va más allá de lo racional. Es una necesidad tanto intelectual como afectiva que tiene que ver con la búsqueda de sentido y la inquietud acerca de nuestro lugar en el cosmos.
¿De dónde surgió el materialismo de Darwin y su desconfianza por la religión?  Como en tiempos de Galileo la sociedad de su época castigaba la libertad de pensamiento. Sectores conservadores atacaban y vetaban todo aquello que se opusiera a lo establecido. ¿Han cambiado mucho las cosas desde entonces? A veces nos parece que no.
Por otra parte, por cinco largos años a bordo del Beagle la compañía obligada del capitán Fitzroy, aristócrata, conservador y lector fundamentalista de la Biblia, ante quien Darwin debía pleitesía por su posición de subordinado, a pesar de la antipatía que le generaba, pudo inclinar la balanza en contra de la religión.
La relación entre ciencia y religión es compleja y está plagada de malentendidos. Constato que:
·        No toda persona religiosa es fundamentalista y cree en la literalidad de las escrituras.
·        Muchos intelectuales y científicos son personas religiosas.
·        Hay quienes piensan que la ciencia moderna floreció en el mismo ambiente religioso que el que dio origen al capitalismo, el puritanismo.
La gran mayoría del público ni es ilustrado en asuntos de teología ni en asuntos de ciencia y se limitan a seguir a sus líderes pues no están capacitados para discernir la verdad que cada vez se hace más y más compleja.
Actualmente la situación se ha invertido, antes se pretendía que la Biblia contenía la verdad en asuntos científicos y hoy se piensa que la ciencia posee la verdad en asuntos existenciales y humanos que exceden su competencia. La eficacia y el prestigio de la ciencia han conducido a un estado de cosas en que, por lo menos en los círculos del poder, a los que hablan en nombre de la ciencia se les concede autoridad y se identifica la religión con la charlatanería.
Desgraciadamente la mayoría de los líderes religiosos carecen de competencia en asuntos científicos y lo que es peor, promueven la  creencia ciega y la obediencia como virtudes.
También hay que reconocer que la mayoría de los que esgrimen la lucha por la ciencia en contra de la religión no han pasado del primer grado en catecismo. Me atrevo a asegurar que pertenecen a las élites más arrogantes que hay en este momento en el planeta, son tremendamente individualistas  y están muy alejadas de cualquier clase de sufrimiento o lucha por la vida.
La figura de Darwin es un arquetipo del científico de todas la épocas. Gozó  de entera libertad y de tiempo y recursos ilimitados para dedicarse a su pasión por investigar. Su vida fue muy distinta de la de un ciudadano del común.
¿Con quién se va a identificar un pueblo? No es con ese tipo de personas como los científicos aristócratas de hoy y de siempre cuya realidad existencial los asemeja a seres de otro planeta.  Tampoco con los maestros de los barrios marginados. Los que enseñan ciencias no son capaces de convencer tampoco. ¿Por qué no convencen? Porque ellos mismos no están convencidos. Los maestros no han conocido la ciencia más que de oídas y como otro dogma u opinión más. Para ellos, así como para los líderes religiosos, es asunto de autoridad, no de pensamiento crítico.
En Latinoamérica la religión no ha muerto, las iglesias tradicionales se mantienen y sus líderes son cada vez más capaces, cultos y comprometidos. Los nuevos grupos pentecostales crecen en número y hay pastores de todas las denominaciones religiosas que son capaces de irse a los barrios, hablarle al pueblo en su lenguaje, acompañarlos y ofrecerles guía y esperanzas.
Es por esto que en países donde hay pobreza, violencia, caos y sufrimiento, aumenta el número de creyentes (aunque no siempre su calidad) y a la ciencia nadie le hace caso.


sábado, 11 de julio de 2015

NECESITAMOS CREER



A propósito de
“La Evolución del Comportamiento Religioso” por Nicholas Wade en El instinto de la Fe: Cómo la religión evolucionó y por qué perdura.

La creencia en la solidez de los cuerpos, en su temperatura y hasta en su posición o velocidad, sirve, pero parece un engaño si consideramos los conceptos y entes  de la teoría cuántica o de la teoría de cuerdas o de la física de partículas que son las que creemos que llegan hasta el fondo de la  "realidad”. ¿Se deduce entonces que vivimos creyendo en fantasmas?
¿Y qué decir de la creencia en la existencia de dioses y el mundo sobrenatural?  ¿Son otros tantos mitos y espejismos que nos tranquilizan, o corresponden a algo real?
El hecho de que todos los pueblos han conocido y practicado alguna forma de religión obliga a concluir que el comportamiento religioso tiene una base genética.  Pero ¿es la tendencia hacia el comportamiento religioso un rasgo adaptativo o accidental de la especie humana?
La respuesta a esta pregunta, según N. Wade,  se encuentra en el análisis  del ajuste a la realidad y los comportamientos que esta tendencia  induce y no tanto en los contenidos fácticos particulares de las diversas narrativas religiosas.
En EL INSTINTO DE LA FE,  Wade sostiene que el paso de los grupos de homínidos semejantes a los actuales chimpancés, fuertemente jerarquizados y estructurados alrededor de un macho alfa, a las comunidades igualitarias de cazadores recolectores, hizo necesario crear mecanismos para que los individuos priorizaran las necesidades del grupo por sobre sus propios intereses y esto se logró en parte gracias a la religión.  Los grupos capaces de creer en los dioses, de estar unidos a través de rituales y creencias comunes y un sistema de valores con premios y castigos, así como la idea de un alma que pervive después de la muerte y de unos dioses capaces de ver, castigar o premiar tuvieron ventaja sobre los grupos que no poseían estas capacidades.  La selección de grupo fue el mecanismo mediante el cual estos rasgos se hicieron prevalentes en las primeras poblaciones de nuestros remotos antepasados. Ya que un instinto para la fe promovió la supervivencia de algunos grupos, los genes que lo portaban se hicieron universales en la población.
Algunos científicos sociales consideran que el comportamiento religioso es una consecuencia accidental de la manera como trabaja el cerebro, en particular de la teoría estándar de la mente, y por lo tanto es un rasgo no adaptativo. En particular Steven Pinker y Richard Dawkins, ambos, fervientes críticos de la religión sostienen el punto de vista no adaptativo aunque con argumentos poco convincentes. Pinker sostiene que la religión fue inventada por los sacerdotes para beneficio propio, olvidando el hecho de que durante la mayor parte de la historia las tribus no contaron con sacerdotes o chamanes y todos tenían acceso a la experiencia extática sin distingos de ninguna clase. Dawkins por su parte sostiene que el hombre tiene tendencia a creer en lo que le dicen sus padres, lo cual es cierto, pero pasa por alto el hecho de que lo central de la experiencia religiosa no es tanto un determinado conjunto de creencias o ideas sino unos comportamientos inducidos por ellas.
La evolución de los comportamientos sociales plantea el interrogante de cómo las conductas altruistas y heroicas en defensa del grupo pueden haber evolucionado teniendo en cuenta que no favorecen al individuo. Darwin sugirió que la evolución no ocurre solamente a nivel del individuo sino también a nivel de los grupos. Esta teoría es apoyada actualmente por David Sloan Wilson y Edward O. Wilson.
El debate respecto a la evolución de grupo no ha sido resuelto aún por los biólogos.
El caso es que el altruismo y heroísmo favorecen a un grupo sobre otros, pero no favorecen a un individuo al interior de un grupo.  El problema está en determinar cuál de estas dos tendencias opuestas juega un mayor papel.
Aunque en la mayoría de las especies la selección de grupo juega un papel menor, varios autores sostienen que en el caso de la especie humana puede haber jugado un papel preponderante debido en primer lugar a desarrollos como el lenguaje la fabricación de armas y sobre todo el fuerte conformismo y presiones hacia el cumplimiento de normas dentro de los grupos que jugaron a favor del igualitarismo y en segundo lugar la prevalencia de las guerras entre tribus durante la mayor parte de nuestra historia evolutiva. En este continuo estado de guerra las tribus más cohesionadas y altruistas tenían ventaja sobre las que lo eran menos.

D. S. Wilson rechaza el punto de vista según el cual la creencia en los elementos sobrenaturales y no racionales de la religión deberían ser considerados una aberración mental. Por el contrario, dice, “la creencia religiosa está íntimamente conectada con la realidad al motivar comportamientos que son adaptativos en el mundo real, un logro que sorprende dada la complejidad que se requiere para llegar a estar conectados en este sentido práctico.”
Una de las maneras en las que la religión conecta con la realidad es a través del uso de símbolos sagrados. Estos símbolos evocan emociones y las emociones son mecanismos antiguos muy evolucionados para motivar comportamientos adaptativos lo cual se hace en parte a nivel inconsciente. “Los símbolos sagrados organizan el comportamiento de la gente que los considera sagrados” dice Wilson.
Según este mismo autor, es esta organización y no la implausibilidad de ciertos elementos de una narrativa religiosa, los que deben contar como criterio para la efectividad de un determinado credo. La adaptabilidad de unas creencias religiosas debe ser juzgada por los comportamientos que motiva y no por la correspondencia factual con la realidad.
Pero acaso no es este el criterio principal de aceptación de una teoría científica? No creemos en la teoría cuántica por su plausibilidad o correspondencia intuitiva con la realidad, sino por su eficacia a la hora de hacer predicciones y obtener el control del mundo natural.  
Según N. Wade, los primeros comportamientos religiosos o pre-religiosos pudieron haber sido las danzas y movimientos rítmicos que inducen una fuerte cohesión en un grupo. Estos rituales pudieron surgir junto con la música antes de la aparición del lenguaje.
 También argumenta que el soñar con los antepasados originó la idea de un mundo sobrenatural.  Las narrativa que inducían conformidad con las normas del grupo y respeto de ciertos valores fueron eficaces a la hora de inducir comportamientos adaptativos.
El hombre necesita creer en algo. Nuestra mente no tiene acceso a la realidad cruda y todo lo que podemos hacer es interpretar las cosas y creer aquello que nos permita sobrevivir física, sicológica y espiritualmente.   El criterio de verdad de una determinada creencia es que ella nos permita dominar el entorno, vencer enfermedades y alcanzar felicidad y nos evite estrellarnos contra la pared.
El ser humano, desde sus antecesores más remotos, desarrolló un sistema de órganos para percibir la realidad  con el objeto de sobrevivir. Vemos, oímos, olemos, tocamos, para poder vivir y reproducirnos. Y esto nos lleva a creer en la realidad de eso que vemos, oímos y sentimos.  ¿Tiene algún sentido decir que precisamente porque sirve, no hay que creer en ello y que lo que vemos, olemos, tocamos es un espejismo? 
Por otra parte, la existencia de las religiones permite inferir que  hemos desarrollado un sentido interno para realidades sobrenaturales y se ha ido ganando en comprensión de que la funcionalidad de esta creencia tiene que ver con la sobrevivencia como grupo, con la sobrevivencia sicológica, la sobrevivencia del yo después de la muerte, para la paz mental y la felicidad. Esto es lo que ofrece la religión.