lunes, 18 de julio de 2011

Me gusta… no me gusta…



Lo importante es que lo que hagas me guste, porque si no, no me lo como…declaró mi esposo ante mi anuncio de optar por la cocina “sana”…

Esto, y no otros asuntos de orden político como los gustos culturales (preferir el sancocho a la tarte flambée),  o las preferencias sexuales (preferir los hombres a las mujeres o veceversa) fue lo que me llevó a cuestionarme sobre el grado en que uno decide por sus propios gustos.

En general, ¿decide uno por sus propios gustos o no? Pareciera que no, es lo que está implícito en declaraciones como la anterior. No se discute que el propio gusto pueda ser, si no la razón suficiente, al menos la justificación de una acción o de una actitud.

Me resulta difícil creer que no pueda uno  lograr que le guste, por ejemplo, la coliflor, cuando a tanta gente le gusta y además parece estar demostrado que conviene a la salud.  O, dado el caso, lograr disfrutar el sexo con un individuo del sexo opuesto para formar una pareja y una familia, cuando eso es lo más adecuado a  la fisiología y a la vida social   ...

En el curso de la evolución,  las aves desarrollaron picos de diferentes formas que se adaptaban al alimento disponible. No solo se adaptaron que les gustara “lo que había” sino que incluso modificaron su fisiología para sacar el mejor partido de lo que fuera que el medio ambiente ofrecía.

No creo que sea cuestión de preguntarnos qué fue primero, si el huevo o la gallina. Seguramente los seres vivos investigaron primero, por ensayo y error, cuál era el alimento conveniente,  luego desarrollaron  el gusto por el mismo y por último adaptaron sus órganos a la mejor consecución del mismo…en todo caso el resultado es el mismo, a los animales, mejor dicho, a los animales no humanos y concretamente a los animales silvestres  en su medio ambiente natural,  les gusta lo que les conviene. Solo el hombre desarrolló el gusto por tóxicos como la nicotina o el alcohol y  adicciones al dulce o a las grasas.

Claro que es propio del hombre forzar la naturaleza más allá de los límites…pero, ya que con todo ello lo que se busca es más y más libertad,  no puede ser que ahora nos pongamos las cadenas de gustos o aversiones creados por nosotros mismos.

Es importante entender que, así como nuestras creencias más básicas y nuestro sentido de lo real se fundamentan más que en decisiones propias, en lo que creen o tienen por realidad nuestros padres o la gente de nuestra familia,  así mismo nuestros gustos en materia  de alimentación, costumbres, vestido, incluso, religión, están condicionados por los gustos de la gente que amamos o admiramos. Son arandelas que nos podemos quitar si queremos sin dejar de ser nosotros mismos. Podemos desaprender unas cosas y aprender otras…

En todo caso, hoy día parece ser que algunos  gustos se confunden con necesidades y se convierten en derechos.   El primero de ellos y del que más se ha abusado es el famoso derecho al libre desarrollo de la personalidad.  Pienso que este no es más que la justificación   del individualismo hedonista y de la sobreestimación de la esfera privada, que han acabado por imponerse ante la impotencia de los educadores cristianos que predican, o deberían predicar un estilo de vida diferente… comenzando por erradicar la idea de que no somos responsables de nuestros gustos...






2 comentarios:

  1. Por ejemplo los adultos a los que no les gustan las verduras casi siempre es porque no los obligaron a comerselas cuando ni~nos, lo que demuestra que los gustos se pueden forjar.

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  2. De acuerdo con que los gustos alimenticios se pueden educar hasta cierto punto.. no tanto con que se pueda "convertir" a los homosexuales enseñandoles otro gustico poco a poco.....

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