martes, 15 de diciembre de 2020

FUNERALES

 

FUNERALES

Ayer fue el funeral de Richard.

Familia unida, niños cariño por ese joven que se fue prematuramente, aceptación de un final que se avizoraba y, dado el nivel de sufrimiento del que habían sido testigos, se deseaba. Ya era suficiente, ya era hora de decir adiós.

Esa mañana me despertó una llamada de Richard. Era su celular, era su foto pero por él hablaba su madre. Que se había ido, que ya había dejado de sufrir. En el salón de velación unas cuántas personas vestidas de negro la mayor parte, tristes, pero no desesperadas, tristes, pero con el consuelo de saberse juntos y de haber dado compañía, apoyo y cuidados a ese hijo, hermano, tío que yacía ahí, pálido, inmóvil, pacífico… o yacía allí su cuerpo, porque su espíritu, que también estaba allí, ya no estaba atado a ese cuerpo donde el caos había ganado la batalla a su deseo de vivir.

El ataúd estaba abierto. Ofreciendo lo que podía, su imagen, Richard decía adiós. Las chicas acariciaban ese cuerpo por encima de la cubierta trasparente… el contacto a través de unos pocos centímetros, la unión que no termina de romperse, el adiós definitivo.

Rezamos un padrenuestro y nos despedimos también de este muchacho a quien en vida no llegamos a conocer sino por referencias. Un buen hijo. Un buen hermano, un buen hombre.

En este mismo sitio estuvimos hace unos cuantos meses en otro funeral muy distinto. El difunto solo, inmensamente solo. Quienes lo acompañaron en sus días finales aliviados, ausentes, pensando en sus propios asuntos y en peleas no resueltas. Llegaron otros familiares haciendo reclamos, tratando de cumplir con el ritual de despedida de alguien que hacía mucho tiempo se había ido y cuyo cuerpo estaba ahí. El envejecimiento en algunos casos desnuda nuestros defectos, nuestros errores, nuestras debilidades. Solo el amor puede hacer el milagro de mirar lo bueno, de perdonar, de cubrir con un manto de olvido aquello que no estuvo bien. Cuando el amor falta, emergen con crudeza todo aquellos que se quiso ocultar y del difunto solo queda la triste imagen de un hombre derrotado y vencido por sus debilidades.

Y recuerdo también el funeral de un niño que murió porque salió corriendo y se atravesó una avenida. Murió en su ley porque, como dijo su madre, siempre hizo lo que quería hacer. Se pasaron videos del chico jugando, se pudieron los videojuegos que le gustaban, se cubrió el féretro con peluches y juguetes y la atmósfera pretendía recrear un momento cualquiera de la vida del chico, juegos, amiguitos, comida, disfrute de juegos… nadie lloraba, nadie expresó tristeza, era una negación total de la muerte y de la trascendencia de este día, el día final, donde nos enfrentamos con nuestra realidad, con quienes somos, con qué hemos hecho de nuestras vidas. Este niño, y su madre a través de él, quisieron dejar el mensaje de que lo prioritario es hacer, en cada momento, lo que uno quiere hacer, disfrutar, jugar, y , si  se me antoja tirarme a la avenida hacerlo porque de esto se trata la vida, de romper todos los límites, de buscar la emoción de un instante, aunque nos cueste la vida…

Funerales de personas comunes.

Pero, ¿qué ocurre si el fallecido es un personaje importante como el expresidente de la República Francesa Valéry Giscard d'Estaing que hace poco falleció por causa del covid , o, Diego Maradona, el astro del fútbol que falleció como consecuencia de su ya antiguo deterioro?

En ambos casos, a pesar de que la prensa destaca sus logros y los gobiernos les rinden homenajes, finalmente son despedidos como Richard, como la mayoría, en ceremonia íntima, con la presencia de no más de 30 personas: sus familiares y personas más cercanas.

En fin, quedan los interrogantes: ¿quién queremos que estén ahí a la hora de nuestra muerte?, ¿quiénes querrían estar ahí para despedirnos?¿qué se diría de nosotros?, ¿cómo se leería el mensaje de ese último acto de nuestra existencia ?


jueves, 19 de noviembre de 2020

CUMPLEAÑOS

 


Es un día para medir quién es uno para los otros.

La señora L. llega con un sancocho y mil bendiciones. ¿De dónde viene ese sancocho?  Del cielo, es un regalo que me envía Dios.

F. e I. nos comparten dos almojábanas soachunas… más tarde volverán con su familia a acompañarnos en la celebración, compartir una torta de las tres leches y un vino. Es un regalo grande de Dios estar rodeados de personas amables y atentas.

Mucha gente me felicita en Facebook o me envía mensajes amables … Unos son personas cercanas, mis hijos, mis nueras, mis nietos, mis hermanos y sobrinos.  La mayoría viejos y nuevos amigos, personas con las que me he cruzado en la vida y me han dado un lugar pequeño o grande en la suya.

Si he de ser sincera no todos los mensajes son iguales, unos se ve que son palabras enviadas casi por formalismo, lacónicos y escuetos.  En otros se ha invertido mas el corazón… Es un hecho que no todos los mensajes nos impactan por igual. De algunas personas uno espera más; de otras menos… y, muchas veces no hay correspondencia entre lo que uno espera y lo que recibe. De quien espera más recibe menos y de quien espera menos recibe más…

Si un antiguo alumno o colega dice simplemente Feliz cumpleaños, se siente agradable. De esas personas uno no espera grandes manifestaciones de admiración y cariño, en realidad no espera nada y ese gesto es una alegre sorpresa.

Pero si uno recibe esas mismas palabras de alguien a quien uno ha dado más, … uno piensa: aunque se acordó y cumplió, esta persona acaso podría haber dedicado unos minutos más para pensar quién es uno, y hacerle llegar algo que verdaderamente salga del corazón.  Para decir Feliz cumpleaños basta medio segundo.

El agradecimiento. ¡Cuánto bien hace el sentirlo y cuánta falta hace si no se recibe!

La atención, fijarse en el otro, quién es, qué lo hace feliz, qué le hace falta…Hay personas que andan por la vida regalando felicidad con muy poco gasto simplemente porque no se encierran en sus propios asuntos sino que se fijan y están atentas a las necesidad de reconocimiento, cariño y atención de los demás.

Dar, ¡qué difícil! Saber dar lo que el otro quiere o necesita y está en capacidad de recibir.  Dar, pero no lo que a uno le sobra o lo que uno cree que el otro debe querer… Dar sin medir y sin esperar más que una aceptación comprensiva y generosa, ya que estar en la posición de quien da es de por sí ser un privilegiado.

Recibir también puede ser difícil. No es inusual que quien recibe algo se sienta humillado, que vea prepotencia o mala intención en quien da, aunque, de hecho ese sentimiento de humillación proviene solo de la incapacidad de quien recibe para aceptarse a sí mismo, de su baja autoestima.

En síntesis, el cumpleaños es una fecha que marca un alto y obliga a mirarse a sí mismo en los ojos de los demás. Es el día de recibir poco o mucho.  De quien uno quiere y de quien no quiere. De quien lo quiere y de quien no lo quiere tanto. Es, además, una interrupción obligada de la rutina que nos hace conscientes de que ya se gastó un año más y de que cada día que pasa es menos precioso que el que está por venir. Nada ni nadie nos pertenece. Nada ni nadie nos debe nada, todo es inmerecido.  Todo lo bueno y bello que recibimos todos los días es solo una pequeña muestra de lo que nos espera cuando logremos dar ese salto confiado a los brazos de nuestro Dios.

 

 

 

 

 

jueves, 12 de noviembre de 2020

Sísifa y Gaia pasan una temporada en el Jardín de las Hespérides.

 

Desideria quería arreglar su casa. Cultivar su jardín, ordenar sus libros y su taller de artesanías. Que esta casa rústica en ese pueblo perdido de las montañas colombianas, pudiera convertirse en su hogar, su centro de vida feliz. Miyofeliz era la clave del internet de ese sitio, entre otras cosas.

Solo faltaba algo. Que ese sitio fuera un lugar de acogida y el espacio donde pudiera construirse una vida en común con personas que estuvieran decididas a vivir filosóficamente los últimos años de su vida. Era el entorno ideal.

Ya se había hecho lo principal, ya había una casa y su jardín, varias habitaciones, cocina, biblioteca, seis gatos… ¿qué más se podía pedir?

En esta casa, llamada Jardín de las Hespérides,  Desideria podía leer, escribir y seguir en sus grupos de watsapp, tomar fotos, tejer, coser carpeticas, prender velas y poner barritas de incienso en la noches.

Entonces vinieron Sísifa y Gaia. Al principio muy contentas se dedicaron a sus respectivos hobbies.

Sísifa picaba y picaba cáscaras y bandejas para huevos. Regaba y regaba agua en el jardín y sobre todo quería estar caminando y haciendo ejercicio a toda hora.  ¿Para qué?, ¿Cuál era su meta?

¿Qué quería lograr? Su activismo era ante todo un misterio, o así lo veía Desideria.

Gaia se enfocaba en ordenar todo. Tenía muy buenas ideas y pronto la casa estuvo perfectamente funcional y agradablemente ordenada. También organizó el jardín eliminando palos y cosas fuera de lugar. Delimitó los sitios de siembra de plantas de jardín y combatió las hormigas. Su tiempo también estaba organizado y lo planificaba de modo que alcanzara a asistir a sus clases de bandola. Gaia parecía haber llegado a su meta interior, de llevar una vida sencilla y sin complicaciones.

Sísifa quería arrastrar en su activismo a Gaia y a Desideria. Gaia siempre la seguía y la tenía por modelo, ya que ella se consideraba algo perezosa. Pero Desideria estaba en el polo opuesto. Tanto picar cascaras y residuos ensuciaba el piso y no ayudaba a reducir el uso de plásticos, que era uno de sus principios ecológicos. Estas dos extranjeras parecían creer que ellas sí sabían lo que había que hacer o cómo había que vivir. Desideria sabía que no sabía, y en esto estaba tan adelantada a ellas como Sócrates a los sofistas.

Las cosas podrían haber evolucionado favorablemente al propósito de crear una pequeña comunidad, a la manera de los monjes medievales, si se hubieran  explicitado y puesto en común, por medio de un diálogo, un ideal  y algunas metas que respondieran a la pregunta:  ¿Qué queremos y qué estamos haciendo aquí?

De acuerdo con esas metas e ideales se hubiera debido escribir la correspondiente regla del “monasterio” establecer los votos y postular su máxima que tal vez no sería “Ora y labora” , pero sí “Sé amable, se claro y explícito, no des nada por sentado y , sobre todo, no te armes películas”.

 

 

jueves, 18 de junio de 2020

HOLA MI QUERIDO BLOG ( Desde el confinamiento)



Queridísimo blog, perdóname, te tenía olvidado. Culpa del watsap, del tuiter y de los podcasts a los que me he aficionado.  
Es que el ambiente está cada día más histérico a nivel local por la pelea entre uribistas y gente de izquierda. ¡Qué tristeza!, parece que la paz nos quedó grande. Y, sobre el globo, pesa la amenaza del cambio climático, de la contaminación por residuos plásticos, de las migraciones, de los virus desatados. Los líderes mundiales no dan la talla. En fin, ¡sálvese quien pueda!
Me da la impresión de que los niños y jóvenes se sumergen en mundos virtuales. Y es que ante una realidad inmanejable, los juegos de video al menos proponen metas claras.
Y los viejos, nosotros los que ya hicimos lo que pudimos y alcanzamos lo que alcanzamos, vemos descorazonados que ya estamos de más. Arrinconados, confinados ante el cataclismo general debemos reconocer que la tarea quedó incompleta y que no se avizora una salida clara de este berenjenal en que resultamos metidos.
¿Qué hacer?  
Hay que comenzar por reconocer que solos, no podemos. No sabemos cuales serán las vicisitudes del camino pero sí que hay una gran promesa, Jesús salva.  Él nos lleva a nuestra casa del cielo… y a la construcción del Reino de Dios en esta Tierra. Pienso que no queda más remedio sino abandonarnos en sus manos y dejar testimonio de que Él es la razón de nuestra esperanza.
No faltarán santos que con su ejemplo guíen la labor de científicos y líderes de sociedad. El Espíritu Santo seguirá acompañando el camino de esta humanidad siempre y cuando los sucesores de ese pequeño grupo que fue enviado a llevar el mensaje del Evangelio hasta los confines de la Tierra sigamos dispuestos.
El reto es vivir con alegría y agradecimiento cada día. No abandonar la búsqueda de la verdad, llevar una vida sencilla, sembrar paz e iluminar con pequeños actos de gentileza y generosidad el camino de todos los que nos rodean…