jueves, 19 de noviembre de 2020

CUMPLEAÑOS

 


Es un día para medir quién es uno para los otros.

La señora L. llega con un sancocho y mil bendiciones. ¿De dónde viene ese sancocho?  Del cielo, es un regalo que me envía Dios.

F. e I. nos comparten dos almojábanas soachunas… más tarde volverán con su familia a acompañarnos en la celebración, compartir una torta de las tres leches y un vino. Es un regalo grande de Dios estar rodeados de personas amables y atentas.

Mucha gente me felicita en Facebook o me envía mensajes amables … Unos son personas cercanas, mis hijos, mis nueras, mis nietos, mis hermanos y sobrinos.  La mayoría viejos y nuevos amigos, personas con las que me he cruzado en la vida y me han dado un lugar pequeño o grande en la suya.

Si he de ser sincera no todos los mensajes son iguales, unos se ve que son palabras enviadas casi por formalismo, lacónicos y escuetos.  En otros se ha invertido mas el corazón… Es un hecho que no todos los mensajes nos impactan por igual. De algunas personas uno espera más; de otras menos… y, muchas veces no hay correspondencia entre lo que uno espera y lo que recibe. De quien espera más recibe menos y de quien espera menos recibe más…

Si un antiguo alumno o colega dice simplemente Feliz cumpleaños, se siente agradable. De esas personas uno no espera grandes manifestaciones de admiración y cariño, en realidad no espera nada y ese gesto es una alegre sorpresa.

Pero si uno recibe esas mismas palabras de alguien a quien uno ha dado más, … uno piensa: aunque se acordó y cumplió, esta persona acaso podría haber dedicado unos minutos más para pensar quién es uno, y hacerle llegar algo que verdaderamente salga del corazón.  Para decir Feliz cumpleaños basta medio segundo.

El agradecimiento. ¡Cuánto bien hace el sentirlo y cuánta falta hace si no se recibe!

La atención, fijarse en el otro, quién es, qué lo hace feliz, qué le hace falta…Hay personas que andan por la vida regalando felicidad con muy poco gasto simplemente porque no se encierran en sus propios asuntos sino que se fijan y están atentas a las necesidad de reconocimiento, cariño y atención de los demás.

Dar, ¡qué difícil! Saber dar lo que el otro quiere o necesita y está en capacidad de recibir.  Dar, pero no lo que a uno le sobra o lo que uno cree que el otro debe querer… Dar sin medir y sin esperar más que una aceptación comprensiva y generosa, ya que estar en la posición de quien da es de por sí ser un privilegiado.

Recibir también puede ser difícil. No es inusual que quien recibe algo se sienta humillado, que vea prepotencia o mala intención en quien da, aunque, de hecho ese sentimiento de humillación proviene solo de la incapacidad de quien recibe para aceptarse a sí mismo, de su baja autoestima.

En síntesis, el cumpleaños es una fecha que marca un alto y obliga a mirarse a sí mismo en los ojos de los demás. Es el día de recibir poco o mucho.  De quien uno quiere y de quien no quiere. De quien lo quiere y de quien no lo quiere tanto. Es, además, una interrupción obligada de la rutina que nos hace conscientes de que ya se gastó un año más y de que cada día que pasa es menos precioso que el que está por venir. Nada ni nadie nos pertenece. Nada ni nadie nos debe nada, todo es inmerecido.  Todo lo bueno y bello que recibimos todos los días es solo una pequeña muestra de lo que nos espera cuando logremos dar ese salto confiado a los brazos de nuestro Dios.

 

 

 

 

 

jueves, 12 de noviembre de 2020

Sísifa y Gaia pasan una temporada en el Jardín de las Hespérides.

 

Desideria quería arreglar su casa. Cultivar su jardín, ordenar sus libros y su taller de artesanías. Que esta casa rústica en ese pueblo perdido de las montañas colombianas, pudiera convertirse en su hogar, su centro de vida feliz. Miyofeliz era la clave del internet de ese sitio, entre otras cosas.

Solo faltaba algo. Que ese sitio fuera un lugar de acogida y el espacio donde pudiera construirse una vida en común con personas que estuvieran decididas a vivir filosóficamente los últimos años de su vida. Era el entorno ideal.

Ya se había hecho lo principal, ya había una casa y su jardín, varias habitaciones, cocina, biblioteca, seis gatos… ¿qué más se podía pedir?

En esta casa, llamada Jardín de las Hespérides,  Desideria podía leer, escribir y seguir en sus grupos de watsapp, tomar fotos, tejer, coser carpeticas, prender velas y poner barritas de incienso en la noches.

Entonces vinieron Sísifa y Gaia. Al principio muy contentas se dedicaron a sus respectivos hobbies.

Sísifa picaba y picaba cáscaras y bandejas para huevos. Regaba y regaba agua en el jardín y sobre todo quería estar caminando y haciendo ejercicio a toda hora.  ¿Para qué?, ¿Cuál era su meta?

¿Qué quería lograr? Su activismo era ante todo un misterio, o así lo veía Desideria.

Gaia se enfocaba en ordenar todo. Tenía muy buenas ideas y pronto la casa estuvo perfectamente funcional y agradablemente ordenada. También organizó el jardín eliminando palos y cosas fuera de lugar. Delimitó los sitios de siembra de plantas de jardín y combatió las hormigas. Su tiempo también estaba organizado y lo planificaba de modo que alcanzara a asistir a sus clases de bandola. Gaia parecía haber llegado a su meta interior, de llevar una vida sencilla y sin complicaciones.

Sísifa quería arrastrar en su activismo a Gaia y a Desideria. Gaia siempre la seguía y la tenía por modelo, ya que ella se consideraba algo perezosa. Pero Desideria estaba en el polo opuesto. Tanto picar cascaras y residuos ensuciaba el piso y no ayudaba a reducir el uso de plásticos, que era uno de sus principios ecológicos. Estas dos extranjeras parecían creer que ellas sí sabían lo que había que hacer o cómo había que vivir. Desideria sabía que no sabía, y en esto estaba tan adelantada a ellas como Sócrates a los sofistas.

Las cosas podrían haber evolucionado favorablemente al propósito de crear una pequeña comunidad, a la manera de los monjes medievales, si se hubieran  explicitado y puesto en común, por medio de un diálogo, un ideal  y algunas metas que respondieran a la pregunta:  ¿Qué queremos y qué estamos haciendo aquí?

De acuerdo con esas metas e ideales se hubiera debido escribir la correspondiente regla del “monasterio” establecer los votos y postular su máxima que tal vez no sería “Ora y labora” , pero sí “Sé amable, se claro y explícito, no des nada por sentado y , sobre todo, no te armes películas”.