domingo, 1 de enero de 2012

Paganismo navideño y rituales de año nuevo



La religión del consumo ha adoptado el ritual cristiano de la navidad. En una manifestación de sincretismo se mezclan imágenes del Niño Dios con las de papá Noel, pinos y nieve fuera de contexto,  ruido, voladores, derroches, excesos…

En época navideña es obligatorio manifestarse feliz, dispuesto a participar de novenas, a intercambiar obsequios, a hacerse presente con palabras y fórmulas hechas para demostrar el cariño y compensar el vacío que deja la ausencia y la desconexión con seres que deberían ser más significativos.

Por unos días se olvida el trabajo, los afanes cotidianos dan paso al gran interrogante: ¿Estoy satisfecho con mi vida? ¿Soy la persona que quiero ser?  ¿Qué hay más allá del afán cotidiano?

A veces las respuestas asustan e invitan a sumergirse en la embriaguez.

Por eso la fórmula ¡Feliz Navidad! , que generalmente no implica creer en Cristo sino en el consumo, suena a ironía. En épocas navideñas suelen dispararse las cifras de suicidios, homicidios, divorcios… la gente huye al campo para hacerse la ilusión de una vida más cercana a lo básico, aunque sea por unos cuantos días.

Pero, ¿no será posible sustraernos a ese espíritu y rescatar el mensaje que desde  hace más de 2000 años ha impactado no solo a cristianos sino a hombres de todas las religiones y aún ateos? La imagen de un dios que se hace niño y nace en un pesebre  lleva en sí misma un mensaje poderosísimo de esperanza  y alegría. Ella nos habla de la riqueza de la pobreza, del valor de la familia, del deseo de sinceridad, de integridad, de pureza que abriga el corazón de todo ser humano. 

Cuánto más en familias con una tradición cristiana. Debería ser un propósito de estas épocas el resistir el espíritu pagano y buscar la alegría del dar.  

Algunos creen que tampoco se debería dar el feliz año nuevo porque un día siempre es igual a otro día y el calendario es una convención.

En todo caso, las fiestas de año nuevo nos unen en el registro del tiempo, que pasa igual para todos.  Que sea una convención empezar el año el primero de enero no significa que el hecho carezca de significado. Comenzando porque el aceptar las convenciones sociales es la primera condición del ser civilizado normal.  La sociedad no podría funcionar sin convenciones. La gente sencilla prefiere creer que obedece a designios divinos y someterse a rituales mágicos antes que aceptar el hecho escueto de que la tierra dio otra vuelta más alrededor del sol… prefiere creer que el 31 de diciembre a las 12 de la noche pasó algo a creer que no pasó nada. ¡Aunque las 12 de la noche en un lugar no sean las 12 de la noche en otro, el beso y los voladores tienen que ser a esa hora o… no se vivió el año nuevo como tenía que ser!

En general el 1 de enero es una fiesta más del calendario que se acompaña de rituales y supersticiones varias. Así como la navidad, el año nuevo se debe pasar con la familia y es duro para las personas solas o para las que están lejos vivir estas fechas lejos de los seres queridos.

Es también, y quizás esto es lo más importante, la época del balance, de establecer propósitos, de ajustar el proyecto vital.

Pienso que los rituales estructuran el tiempo de vida. Son la armazón que vamos llenando con nuestras historias…todos los necesitamos. Y, sin importar si los adornamos con mitos o los miramos con espíritu positivo, al desear un feliz y próspero año nuevo simplemente estamos reconociendo que todos estamos juntos compartiendo el mismo destino en este pequeño planeta que acaba de dar una vuelta más alrededor del sol.