miércoles, 10 de octubre de 2012

El reto de la libertad


 

Al comienzo el reto fue el de actuar según mi propio criterio en contra de lo acostumbrado. El de pensar por mi cuenta y decidir cómo quería vivir. Cada pequeña cosa, desde el vestido, la comida, qué gustar y qué no gustar. A qué apuntarle y a que no. Claro que decidir por algo no necesariamente era tenerlo, sino luchar por ello.

Hay un conflicto evidente entre la noción de libertad como algo positivo, en realidad como la condición necesaria del hombre, y la noción de pecado según el mito bíblico de Adán y Eva. Dice Erich Fromm:

“El mito identifica el comienzo de la historia humana como un acto de elección, pero acentúa singularmente el carácter pecaminoso de ese primer acto libre y el sufrimiento que origina. Hombre y mujer viven en el jardín edénico en completa armonía entre sí y  con la naturaleza. Hay paz y no existe la necesidad de trabajar; tampoco de elegir entre alternativas; no hay libertad ni tampoco pensamiento. Le está prohibido al hombre comer del árbol de la ciencia del bien y del mal: pero obra contra la orden divina, rompe y supera el estado de armonía con la naturaleza de la que forma parte sin trascenderla. Desde el punto de vista de la Iglesia, que representa la autoridad, este hecho constituye fundamentalmente un pecado. Pero desde el punto de vista del hombre se trata del comienzo de la libertad humana. Obrar contra las órdenes de Dios significa libertarse de la coerción, emerger de la existencia inconsciente de la vida prehumana para elevarse al nivel humano. Obrar contra el mandamiento de la autoridad, cometer el pecado es, en su aspecto positivo, el primer acto de libertad, es decir, el primer acto humano.” E. F. Miedo a la Libertad

 Pues bien, a pesar de vivir en un contexto donde la religión católica forma parte de la cultura, al menos en sus aspectos formales, acepté la libertad y con ella el pecado… y a Dios…y  así esta contradicción pasó a ser el núcleo fundamental de mi vida interior. No deja de ser curioso que quienes aceptan sin problemas la contradicción en la física con la mecánica cuántica y la dualidad onda partícula, no la acepten en la metafísica…pero en fin, a mí, como cosa rara, me quedó más fácil esto último.

Creí en el valor de experimentar algunas cosas. Tuve  la posibilidad de hacerlas para decidir si me gustaban o no, si valían la pena o no. Opciones cerradas desde el comienzo, porque son un mal evidente, siempre hubo y las habrá.  La primera de las decisiones fue por la vida y la felicidad. Y por la libertad de pensamiento.

Pero la vida se encarga de, una vez trazado el camino y puesto en marcha el tren, colgarle a uno las cadenas de la inercia.  Hay que llegar al final, cumplir esa primera meta: trabajar, asegurar la supervivencia, fundar una familia, poner los hijos también sobre los rieles y darles el primer empujón. Y luego…la libertad absoluta del pensionado.

Se ve uno lanzado a la libertad. Sin obligaciones, sin rutina, debe inventarse la vida desde cero. ¿Quién es uno al fin y al cabo? ¿Qué quiere hacer? Porque solo por un tiempo puede uno saborear la sensación de no tener nada que hacer, de poderse quedar mirando al cielo, de salir a vagabundear por ahí, sin rumbo. Porque al fin y al cabo hay que escribir nuevamente una historia, un nuevo capítulo, quizás el último y más significativo de la vida, el que va a dar el toque final y nos lanzará a la eternidad.

Ahí voy trazando el rumbo, haciendo inventarios, calculando tiempos y diseñando sueños, aventuras, bebiendo la copa de la vida siempre nueva. Pero por otra parte, no dejo de sentir que:

“ Hay tan solo una solución creadora posible que pueda fundamentar las relaciones entre el hombre individualizado y el mundo: su solidaridad activa con todos los hombres, y su actividad, trabajo y amor espontáneos, capaces de volverlo a unir con el mundo, no ya por medio de los vínculos primarios, sino salvando su carácter de individuo libre e independiente. Por otra parte, si las condiciones económicas, sociales y políticas de las que depende todo el proceso de individuación humana, no ofrecen una base para la realización de la individualidad, en tanto que, al propio tiempo se priva a los individuos de aquellos vínculos que le otorgaban seguridad, la libertad se transforma en una carga insoportable”. 

Me siento como Adán, poniéndole nombre a todo. Buscando como una náufraga alguien con quien compartir esta nueva creación. Un interlocutor como ese muñeco Wilson, cabeza de balón de volibol, único amigo de Tom Hanks en la película El náufrago.

Él, Tom Hanks, en el inmenso océano, yo en el medio de las multitudes que avanzan por la acera de la calle 72 en Bogotá, Colombia. Y no deja de darme miedo. Es el miedo a la libertad.

Perdida entre la marea humana, consciente de las fuerzas irracionales e inconscientes que determinan parte de mi propia conducta como la de todos… sin nada a qué aferrarme, sin un puerto a la vista, ¿cómo podría no tener miedo?

 Por eso escribo este blog con el que lanzo, como en un papelito en una botella,  un grito desesperado: !aquí estoy yo!