sábado, 1 de diciembre de 2012

Concepto de energía


 

Todo el mundo habla de la energía como todo el mundo habla del amor, entes ambos de los cuales lo único claro es que existen, que son omnipresentes e importantísimos… pero nadie sabe qué cosa son exactamente. Peor aún, a veces parecen denominar cosas totalmente distintas y contradictorias.

Enfoquémonos por el momento en la energía.

Si nos atenemos a la física, lugar natural de este ente inmaterial, aunque paradójicamente la mayor parte de los entes inmateriales están mejor ubicados en el terreno de  la metafísica; diremos que la energía es “la capacidad de hacer trabajo” y, a su vez, trabajo es la medida del cambio energético en una interacción puramente mecánica. Esto no aclara mucho y es problemático porque ya que el calor también es energía, y no todo el calor puede transformarse en trabajo (segunda ley de la termodinámica),  entonces, ¿ese pedazo de energía que no puede transformarse en trabajo, también es energía que es la capacidad de hacer trabajo? No parece lógico.  

En todo caso la energía es “algo” definitivamente medible y cuantificable, que se transforma pero cuya suma total permanece constante en los cambios: se conserva.

Algunos simplemente opinan que:

“El hamiltoniano es el operador correspondiente a la energía total del sistema. Es por lo general denotado por H, también Ȟ o Ĥ. Su espectro es el juego de resultados posibles de la energía total de un sistema. Guarda una estrecha relación con la evolución del tiempo de un sistema.” Lo cual, por supuesto no nos aclara nada.

En todo caso Feynman, físico connotado y persona muy normal,  opinó que en realidad “nadie sabe lo que es la energía”, dando testimonio con esta declaración, de una humildad y sentido común a toda prueba, características por lo demás poco comunes en el gremio de los grandes físicos.

Bueno, pasando al tema de la sicología perruna y/o humana, César Millán, conocido “encantador de perros”, opina, y tiene razón, que el problema de las relaciones entre perros y humanos es el problema de la energía de ambos, particularmente de la energía del ser humano que debería ser el líder, pero a veces declina el dominio de la relación en a favor del perro. Y este termina mandando en la casa. Yo creo que esta es una gran verdad y se puede extrapolar al dominio de las relaciones entre humanos, padres e hijos, parejas, amigos… Si uno tiene una “mala energía”, nadie se le acerca. Si tiene una "buena energía", atrae, domina, genera bienestar. ¿Cómo podríamos definir la energía en este dominio? Tal vez es algo que generamos en el ambiente, una perturbación del espacio, un campo… ¿Será el alma? ¿El espíritu?...

Para la medicina oriental la interacción entre el elemento Yin, cuerpo y el elemento Yang, espíritu, da lugar a la manifestación de la energía que es lo que caracteriza a los organismos vivos. Esta energía se manifiesta como

vida y salud.

 Dentro de este sistema, la enfermedad es un desequilibrio de energía. Además, en el cuerpo hay canales energéticos que son susceptibles de bloquearse y desbloquearse por ejemplo con agujas o puntos de presión. Es el principio de la acupuntura.

En síntesis, la energía es algo inmaterial, pero no metafísico, puesto que la física se ocupa de ella. Es algo que tiene que ver con la acción, con el cambio, con la vida, puesto que la vida es cambio y evolución. Es algo que tiene que ver con nuestra vida, nuestra salud y nuestras relaciones.

La energía fluye. De adentro hacia afuera y de afuera hacia adentro de nosotros. Pasa del hombre al perro, del perro al hombre, de unos a otros…y, se transforma y crea nuevas realidades…

Cuando me baño en las mañanas siento sobre mi piel el calor del sol capturado por la hojas de helechos hace 300 millones de años… y el sol entrando por la ventana ilumina el ambiente hace brillar granos de polvo y pequeños insectos familiares… todo cambia y nada cambia...

¿Cómo cuantificar todo esto?... Por lo pronto termino pues debo ocuparme de pagar el recibo de la energía…

 

jueves, 1 de noviembre de 2012

¿SERÁ ESTA LA PREGUNTA?


 

¿Me suicido o no? Seguramente es lo que se han preguntado muchos y algunos han llegado a la conclusión de que era lo que debían hacer.  Pero, ¿será esta la pregunta?...

Hace unos meses me enteré del suicidio de un joven estudiante hijo de una amiga y compañera de trabajo de mi esposo. La noticia conmovió a todos los que la conocíamos, aún de lejos. A mí, particularmente me llevó a pensar que a cualquier padre o madre de familia  le puede pasar algo así… la muerte inesperada de su hijo o hija  por una decisión incomprensible. Qué sentimiento de culpa, de fracaso podemos prever que nos abrumarían…pero, ¿es realmente el suicidio algo absolutamente malo, absurdo, inaceptable? O, ¿acaso hay algo razonable, incluso valioso en el hecho de que alguien decida no vivir más y lleve a cabo una serie de actos que lo lleven precisamente a esa situación que la mayoría, la mayor parte del tiempo queremos mantener alejada?

La muerte normalmente nos espanta, tanto que evitamos pensar en ella.  Hoy día la mayor parte de la gente piensa y actúa como si nunca se fuera a morir.
Para mucha gente es ajena la inquietud de para qué están aquí.  Si alguna vez, en un momento de lucidez, se les cruza por la mente la pregunta de quiénes son realmente,  la evaden y  se refugian en la costumbre, la necesidad de sobrevivir, las compulsiones, o la obediencia a alguien que ofrezca soluciones fáciles y que no los saque de la comodidad de lo ya conocido.  Vivir por inercia, vivir sin ser conscientes, entregar la libertad, que otros escriban la historia es pasar sin dejar huella, no trascender lo natural…como otro animal más.  Aunque es posible que la libertad vuelva por sus fueros, se agazape en el inconsciente y al cabo, la vida no carezca de originalidad.


Algunos se preparan siguiendo el consejo de los místicos:
"Muere ahora, antes de morir, para que no tengas que sufrir la muerte cuando mueras; muere ahora, antes de morir, para poder no morir cuando mueras" Angelus Silesius. O, ensalzan la muerte:  Vivo sin vivir en mí,
y de tal manera espero, que muero porque no muero.” Teresa de Avila.
Otros nos ilusionamos por entender, por pensar, por forjar nuestro destino bajo el sol… Como Cohelet, tampoco vamos muy lejos:
“He observado cuanto sucede bajo el sol y he visto que todo es vanidad y atrapar vientos.
Lo torcido no puede enderezarse, lo que falta no se puede contar.
Me dije en mi corazón: Tengo una sabiduría grande y extensa, mayor que la de todos mis predecesores en Jerusalén; mi corazón ha contemplado mucha sabiduría y ciencia.
He aplicado mi corazón a conocer la sabiduría, y también a conocer la locura y la necedad, he
comprendido que aun esto mismo es atrapar vientos, pues donde abunda sabiduría, abundan penas, y quien acumula acumula ciencia, acumula dolor.”
Eclesiastés 1
Siempre me ha intrigado que en la Biblia, la máxima expresión de sabiduría es calcular el número de años que le quedan a uno:

“Aunque uno viva setenta años,
y el más robusto hasta ochenta,
la mayor parte son fatiga inútil,
porque pasan aprisa y vuelan.


¿Quién conoce la vehemencia de tu ira,
quién ha sentido el peso de tu cólera?
Enséñanos a calcular nuestros años,
para que adquiramos un corazón sensato. “


Salmo 89

Enséñanos a calcular nuestros años…pero, ¿para qué querría yo saber cuántos años me quedan? Pues para terminar bien el relato, dar las últimas precisas pinceladas al cuadro y no dejar la novela inconclusa. Pero puede ser que alguien en algún momento caiga en cuenta de que ya terminó el cuadro y que no hay más que hacer…entonces, ¿no sería razonable poner el punto final?
La biología ha descubierto que la muerte de cada célula y de cada organismo viene programada genéticamente: todas nuestras células portan un gen“suicida”, fijando así la duración de su existencia…Solo las células malignas han perdido la capacidad de morir…
Nadie vive más de un cierto número de años, pero la medicina y las ciencias de la salud permiten de alguna manera “decidir” si uno quiere vivir más o menos dependiendo de si uno está dispuesto a cuidarse, hacerse los exámenes, tratamientos, cirugías, etc etc que tenga a mano. Incluso puede dedicarse solo a esto, a complicar la dieta con alimentos orgánicos , vegetarianos, macrobióticos, frescos…a hacer gimnasia, terapias, ejercicios… el tiempo puede no alcanzar sino para esto, en especial para una persona mayor… entonces… se vive, pero se vive para vivir…¿no será esto un sinsentido? La vida consiste en
elegir hacer algo y agotar la vida en ello. El trabajo, el gastarse en el servicio, en la tarea creadora son también en el fondo actos suicidas porque en ellos se nos va el tiempo que tenemos.


Incluso actos fútiles como fumar un cigarrillo o cruzar una calle, pueden ser actos que me lleven a perder la vida y esto hace que en el fondo, cada decisión que se toma es una decisión de vida o muerte.Quizá pudiéramos concluir que, en mayor o menor medida, consciente o inconscientemente todos somos suicidas.



 
 

 

 

miércoles, 10 de octubre de 2012

El reto de la libertad


 

Al comienzo el reto fue el de actuar según mi propio criterio en contra de lo acostumbrado. El de pensar por mi cuenta y decidir cómo quería vivir. Cada pequeña cosa, desde el vestido, la comida, qué gustar y qué no gustar. A qué apuntarle y a que no. Claro que decidir por algo no necesariamente era tenerlo, sino luchar por ello.

Hay un conflicto evidente entre la noción de libertad como algo positivo, en realidad como la condición necesaria del hombre, y la noción de pecado según el mito bíblico de Adán y Eva. Dice Erich Fromm:

“El mito identifica el comienzo de la historia humana como un acto de elección, pero acentúa singularmente el carácter pecaminoso de ese primer acto libre y el sufrimiento que origina. Hombre y mujer viven en el jardín edénico en completa armonía entre sí y  con la naturaleza. Hay paz y no existe la necesidad de trabajar; tampoco de elegir entre alternativas; no hay libertad ni tampoco pensamiento. Le está prohibido al hombre comer del árbol de la ciencia del bien y del mal: pero obra contra la orden divina, rompe y supera el estado de armonía con la naturaleza de la que forma parte sin trascenderla. Desde el punto de vista de la Iglesia, que representa la autoridad, este hecho constituye fundamentalmente un pecado. Pero desde el punto de vista del hombre se trata del comienzo de la libertad humana. Obrar contra las órdenes de Dios significa libertarse de la coerción, emerger de la existencia inconsciente de la vida prehumana para elevarse al nivel humano. Obrar contra el mandamiento de la autoridad, cometer el pecado es, en su aspecto positivo, el primer acto de libertad, es decir, el primer acto humano.” E. F. Miedo a la Libertad

 Pues bien, a pesar de vivir en un contexto donde la religión católica forma parte de la cultura, al menos en sus aspectos formales, acepté la libertad y con ella el pecado… y a Dios…y  así esta contradicción pasó a ser el núcleo fundamental de mi vida interior. No deja de ser curioso que quienes aceptan sin problemas la contradicción en la física con la mecánica cuántica y la dualidad onda partícula, no la acepten en la metafísica…pero en fin, a mí, como cosa rara, me quedó más fácil esto último.

Creí en el valor de experimentar algunas cosas. Tuve  la posibilidad de hacerlas para decidir si me gustaban o no, si valían la pena o no. Opciones cerradas desde el comienzo, porque son un mal evidente, siempre hubo y las habrá.  La primera de las decisiones fue por la vida y la felicidad. Y por la libertad de pensamiento.

Pero la vida se encarga de, una vez trazado el camino y puesto en marcha el tren, colgarle a uno las cadenas de la inercia.  Hay que llegar al final, cumplir esa primera meta: trabajar, asegurar la supervivencia, fundar una familia, poner los hijos también sobre los rieles y darles el primer empujón. Y luego…la libertad absoluta del pensionado.

Se ve uno lanzado a la libertad. Sin obligaciones, sin rutina, debe inventarse la vida desde cero. ¿Quién es uno al fin y al cabo? ¿Qué quiere hacer? Porque solo por un tiempo puede uno saborear la sensación de no tener nada que hacer, de poderse quedar mirando al cielo, de salir a vagabundear por ahí, sin rumbo. Porque al fin y al cabo hay que escribir nuevamente una historia, un nuevo capítulo, quizás el último y más significativo de la vida, el que va a dar el toque final y nos lanzará a la eternidad.

Ahí voy trazando el rumbo, haciendo inventarios, calculando tiempos y diseñando sueños, aventuras, bebiendo la copa de la vida siempre nueva. Pero por otra parte, no dejo de sentir que:

“ Hay tan solo una solución creadora posible que pueda fundamentar las relaciones entre el hombre individualizado y el mundo: su solidaridad activa con todos los hombres, y su actividad, trabajo y amor espontáneos, capaces de volverlo a unir con el mundo, no ya por medio de los vínculos primarios, sino salvando su carácter de individuo libre e independiente. Por otra parte, si las condiciones económicas, sociales y políticas de las que depende todo el proceso de individuación humana, no ofrecen una base para la realización de la individualidad, en tanto que, al propio tiempo se priva a los individuos de aquellos vínculos que le otorgaban seguridad, la libertad se transforma en una carga insoportable”. 

Me siento como Adán, poniéndole nombre a todo. Buscando como una náufraga alguien con quien compartir esta nueva creación. Un interlocutor como ese muñeco Wilson, cabeza de balón de volibol, único amigo de Tom Hanks en la película El náufrago.

Él, Tom Hanks, en el inmenso océano, yo en el medio de las multitudes que avanzan por la acera de la calle 72 en Bogotá, Colombia. Y no deja de darme miedo. Es el miedo a la libertad.

Perdida entre la marea humana, consciente de las fuerzas irracionales e inconscientes que determinan parte de mi propia conducta como la de todos… sin nada a qué aferrarme, sin un puerto a la vista, ¿cómo podría no tener miedo?

 Por eso escribo este blog con el que lanzo, como en un papelito en una botella,  un grito desesperado: !aquí estoy yo!

 

 

 

viernes, 10 de agosto de 2012

Pensar bien




En dos sentidos creo que es importante pensar bien.

El primero consiste en pensar desde la realidad y no desde el deseo. Hacer proyectos y actuar aceptando las cosas como son realmente y no como me convendría que fueran.

Uno tiene que adaptarse al mundo tal como es, incluso aceptar que uno forma parte de esa realidad que hay que cambiar, para, desde ella misma, cambiarla en la media de lo posible. No conduce a nada cerrar los ojos y actuar como si las cosas ya fueran de otra manera y no como realmente son. Hay que conocer el mundo y, sobre todo, conocerse uno mismo.

Me refiero a la realidad objetiva, la que podemos conocer mirando, escuchando y experimentando. Y más vale que miremos, escuchemos y experimentemos.

Para lo que se nos oculta, lo que no podemos ver, debemos suponer algo, y, en este caso, lo mejor es ser optimistas y suponer y esperar lo bueno y no lo malo.

Por ejemplo, no tenemos la absoluta seguridad de que mañana va a salir el sol nuevamente o si un cataclismo cósmico inesperado ocurrirá. Pero, en la práctica,  lo mejor es suponer que va haber otro día.

Quizás en una semana voy a morir, pero lo mejor es suponer que no, y no gastarme el sueldo de un mes en una semana…

En otro sentido, hace uno más atribuyendo a los demás sentimientos e intenciones positivas que suponiendo lo peor. Se ha hecho experimentos donde a un maestro se le dice que algunos niños tienen una inteligencia superior y luego se observa que esos niños precisamente, se desempeñan mejor que los otros, aunque en realidad no tenían nada de especial.

Cuando se le dice a un niño que es desordenado, o perezoso, lo volvemos desordenado o perezoso.

En términos generales, de la gente uno obtiene aquello que espera…

En otras palabras, pensar bien no es forzar la realidad para acomodarla a lo que queremos, sino aceptar que todo no depende de nosotros.  Estamos en las manos de Dios y muchas cosas que hoy no entendemos, cobrarán sentido cuando superemos esta realidad terrena…hay un más allá y es nuestro destino inexorable.

Si lo que nos proponemos está en el plan de Dios y es nuestra misión, Él nos dará fuerzas como se las dio a Elías cuando se acostó a morir debajo de la retama.

No somos ni ángeles ni demonios, somos simplemente humanos…


miércoles, 9 de mayo de 2012

EL HOMBRE




¿De dónde venimos, para dónde vamos, quienes somos?

No son preguntas banales. De la respuesta que demos a estos interrogantes tendremos conciencia de nuestros límites, tomaremos decisiones pequeñas y grandes, escogeremos una forma particular de relacionarnos unos con otros y con el mundo, aceptaremos la responsabilidad por nuestras vidas o renunciaremos a construir las reglas de nuestro comportamiento. 

En esta sociedad individualista, tenemos hoy día la errónea impresión de que somos individuos limitados a nuestra propia conciencia o espíritu o como se llame. La historia nos muestra que en realidad cada uno de nosotros somos una serie de relaciones históricamente  construidas y siempre cambiantes y que no existe una única manera de ser hombre.

Tratando de entender qué implicaciones trae la idea de que el hombre es un ser creado por Dios a su imagen y semejanza, pero a la vez un ser caído, la reflexión filosófica ha dado muchas vueltas.

En primer lugar nos admiramos de nosotros mismos. De nuestras principales creaciones que son la ciencia y la técnica. Tanto nos enorgullecen que  a veces nos creemos dioses nosotros mismos.

También tomamos conciencia de la importancia de asumir nuestra libertad y a abandonar la minoría de edad para cambiar radicalmente. Nos sentimos llamados a renacer, romper los límites de lo establecido, correr riesgos, como, entre otras cosas, nos pide el evangelio.

En  la filosofía clásica del universo, cada cosa ocupa un lugar establecido en una jerarquía donde cada cosa está determinada, a excepción del hombre, quien resulta ser el ser inacabado. El hombre no tiene identidad, la construye. El cristianismo nos dice que hombre puede y debe aceptar la dignidad de hijo de Dios que El le ofrece gratuitamente.

Somos sin duda seres capaces de construirnos y autodeterminarnos; de obedecer voluntariamente y de franquear los límites del pasado. 

Sin duda la conciencia de nuestra finitud nos hizo caer en la tentación de pensar el alma como una sustancia, un ente separado del cuerpo.  Tenemos necesidad de creer que, al menos algo de nosotros no termina con  la muerte. Es ese miedo a la nada, a caer en el vacío lo que llevó en el pasado a especulaciones y a mitologías sin sentido.

En todo caso, con las herramientas que nos proporcionan los sentidos y la experiencia del más acá difícilmente podremos llegar a un conocimiento del más allá. En el intento a veces caemos en discusiones bizantinas que nunca llegarán a lo que de por sí está lejos de nuestro alcance, en otra dimensión.

Que el hombre es un cuerpo material y que el pensamiento está conformado por impulsos eléctricos y el amor  por  sustancias químicas, es innegable. Aunque no podríamos decir que son solo eso.  En un mundo materialista tenemos la tentación de creer que todo es materia, energía, impulsos eléctricos…azar…pero los conceptos de la física y la química no pueden abarcar los hechos del espíritu.

La verdad sobre lo que somos solo puede provenir de la fe o mejor, de la confianza. Del conocimiento que surge de la experiencia de Dios y la unión con quienes nos han precedido en su conocimiento. De una vivencia de amor más que de un razonamiento. De la revelación. Y cuando hablo de verdad me refiero no a algo demostrable científicamente sino a una creencia operativa y que funciona en la vida concreta de todos los días.

El hecho mismo de que nos preguntemos por el sentido de la existencia, de que anhelemos el bien, la verdad, la belleza mientras caminamos en un mundo donde reinan el dolor y la sombra y nos dirigimos certeramente hacia nuestra propia muerte, prueba que, con los ojos del espíritu vislumbramos otras realidades y nos dejamos guiar por la intuición de un destino eterno.

Jesús nos prometió resurrección. Vida después de la vida. Creemos eso porque da sentido a nuestra vida de aquí y ahora. Pero no sabemos cómo será. Confiamos que él nos llevará de su mano y nos tendrá lista una habitación en su morada … que esas intuiciones de felicidad que tenemos, al final de nuestra vida se harán realidad en un estado de plenitud que por ahora no podemos siquiera imaginar.


miércoles, 21 de marzo de 2012

La inercia



Cuando uno sigue sentado y no se mueve ni porque vea que se aproxima una tracto mula y que le va a pasar por encima, está cumpliendo la ley de la inercia. Estrictamente, la ley de inercia solo la cumplen los muertos.

En realidad es la ley que más se cumple. Porque la tendencia fundamental de la vida es la de que las cosas sigan como están, que no cambien. Esa es la esencia de la ley de la inercia.

Cuando un típico profesor de física tira de un mantel con platos y copas encima y no se caen… (aunque estrictamente sí se mueven un poquito), dice, ¿ven?, ¡se cumple la ley de la inercia!  Y descresta con la palabra aunque honestamente  con eso no está demostrando nada. En primer lugar porque las leyes no es posible verlas de una sola vez, abrir los ojos y ver la ley. Ni la ley de inercia ni ninguna otra.  O sea, puedo ver que estalla la bomba, pero de ahí a relacionar ese estallido con E= mc2 hay un largo camino. Igual podría mirar simplemente los platos encima de la mesa sin tirar del mantel  y decir: ¿ven? ¿ven? ¡La ley de inercia!... Y todos pensarían que está loco porque lo que ven es otra cosa. Solo se ve lo raro y el raro ahí sería el profesor.

Pero volvamos a la inercia.

Tiene que ver con la masa, con que los cuerpos tienen masa y entre mayor masa, más difícil sacarlos del estado de reposo o de movimiento con velocidad constante en que se hallen.  Y con que en realidad, estén o no estén muertos, no van a salir de ese estado sin la aplicación de una fuerza externa.

Entonces,  ¿si el cuerpo casualmente no está muerto sino vivito y coleando como el lector o como yo en este momento? He ahí un gran problema.  Uno siente que puede moverse por sí solo sin la ayuda de nadie. Si se quiere parar del sillón lo hace, si quiere  ir a la cocina por un vaso de agua lo hace, si quiere saltar por la ventana ¿quién se lo va a impedir? …

El profesor de física nos sale con una insólita respuesta y olímpicamente sostiene que no somos nosotros quienes nos movemos.  ¡Es el piso el que ejerce una fuerza de rozamiento estático sobre el zapato que nos impulsa hacia adelante! ¿Y por qué querría el piso que uno se moviera? El profesor entonces se hace el sordo pues esa es una pregunta por fuera del paradigma, los físicos no piensan en el pensamiento ni en los propósitos.  Son preguntas prohibidas… y ahí sí que quedamos fríos.

Ahora, si uno se tira por la ventana, el movimiento se debería a la Tierra que lo impulsa a uno hacia su centro, tampoco es mérito propio. En fin…la física no  logra explicar porque algo se mueve hacia algo,  o por qué, en contra de lo que manda la inercia, las cosas cambian, evolucionan, estallan, avanzan o, a veces, retroceden.

La ley de inercia postula más exactamente  que un cuerpo permanecerá en reposo o en movimiento con velocidad constante a menos que actúe sobre él una fuerza. Mejor dicho, que si diéramos un impulso a un disco sobre una mesa sin rozamiento, y la mesa fuera infinitamente extensa, el disco seguiría sobre una línea recta hasta el infinito. Pero no hay mesas infinitas sin rozamiento.  Viéndolo de esta manera, la ley de inercia no se cumpliría nunca porque vendría a ser una ley para condiciones ideales e hipotéticas y no para situaciones reales. Es como si se dictaran leyes para los marcianos que habitan nuestra ciudad.  Esas leyes nunca se cumplirían (¿o siempre se cumplirían?), porque las condiciones de su cumplimiento nunca se darían….

En todo caso, y ya que no podemos cambiar las cosas, aceptemos la ley de la inercia.  Y disfrutémosla. Gracias a ella tenemos la sana rutina.

Entre otras, la rutina del día y la noche.  En un momento dado hace millones de millones de años la Tierra cogió impulso o, seguramente y de acuerdo con las leyes de Newton,  algo o alguien se lo dio.  Desde entonces gira una vez cada 24 horas.  Por inercia, seguirá girando por otros cuantos millones de años más… no por toda la eternidad, ya que las condiciones ideales tampoco se dan en este caso, pero si por mucho, pero mucho tiempo. De modo que,  afortunadamente, después de esta noche seguirá un nuevo día y otro y otro.

Es fabuloso despertar y ver que el mundo que dejamos ayer sigue ahí… y sin ningún esfuerzo de nuestra parte. Nos dejamos llevar por la inercia y vamos al baño, tomamos una ducha, nos cepillamos los dientes…en fin, montados en la rutina disfrutamos la vida con serenidad. ¿Para qué los cambios?  Sobresaltan,  no dejan gozar del calorcito de la mañana, de la película de la noche, de las galletas de chocolate que, gracias a la inercia, siguen en el cajón y no se han ido para ninguna parte.

Y termino, porque es hora de mi siesta.




domingo, 11 de marzo de 2012

Día de la mujer



Lo mejor que puede pasar y las cosas habrán cambiado cuando no se celebre el día de la mujer.

Porque, ¿qué sentido tiene que la mitad de los seres humanos celebre el día de la otra mitad?

Pero… hablando de seres humanos… se me olvidaba que a los hombres se les olvida o parecen tener mucha dificultad en pensar que más allá de cualquier diferencia cromosómica o somática somos de la misma especie, somos  de los mismos, sentimos, gozamos y padecemos igual.

Aparte de eso, la celebración del día de la mujer tiene indudablemente un sabor de premio de consolación por los sacrificios de la maternidad, por la discriminación laboral y la violencia contra la mujer, el sexo … ¿débil?

Ser mujer en sí no tiene ningún merito.  Por el azar del destino uno nació con dos cromosomas x.

Y eso tiene muchas ventajas. El ser madre nos otorga un poder inconmensurable. El poder de trasmitir la vida y la cultura como no lo puede hacer ningún hombre. Hasta hace relativamente poco esa prerrogativa llevaba aparejada el sacrificio de una relativa falta de autonomía y una dependencia económica. Pero eso ha cambiado y las mujeres ahora pueden decidir estar solas…

Ser mujer es ver el mundo desde la óptica de la madre: ver al débil, al enfermo, al anciano. Cuidar al otro, atender a los ritmos naturales y no violentar el cosmos.

Al hombre le toca jugársela como conquistador y aventurero. Inventar cosas, salir a lo desconocido. Por eso manda en el mundo exterior, mientras nosotras dominamos el ambiente doméstico.

Muchas veces no dejamos a los hombres apropiarse también de ese espacio que es el hogar. Así como nuestra participación  en política es escasa, y en el trabajo e restamos relegadas a posiciones secundarias, a algunas de nosotras nos parece normal sacar al hombre de la cocina o excluirlo de decisiones clave en cuanto a la crianza de los hijos, el tiempo libre, la disposición de los ambientes, etc.

Hace unos días, en una celebración del día de la mujer,  los hombres del grupo, incluido un sacerdote,  sirvieron torta a las mujeres. Me pareció significativo porque nunca me había pasado.  Por muchos años  he estado rodeada de compañeros de trabajo y familiares hombres…casi nunca se les ocurre tener el detalle de servir y recoger la loza. Y menos los sacerdotes pues las monjitas y señoras de la parroquia que los acompañan son supremamente machistas y no los dejan lavar un plato.

Alguien, una mujer, me comentó que en el colegio donde trabajó muchos años la mitad de los profesores eran hombres y la mitad mujeres. El día de la mujer los hombres servían vino y galletas a sus compañeras quienes se sentían tan incómodas con la situación que se apresuraban a devolver la atención celebrándoles  el día del hombre

En fin, propongo que si queremos reclamar poder en el mundo, justicia, equilibrio. Comencemos por nostras mismas.  Por ser autónomas,  y no controladoras.  Por reconocer el derecho de los hombres a participar en el mundo del hogar. No hablemos más de que nos ayuden.  Animémoslos  a tomar la iniciativa en lo doméstico y confiemos en ellos y así tal vez ellos confiarán algún día en nosotras…

viernes, 24 de febrero de 2012

Hasta dónde llegan el sentido común y la búsqueda del justo medio



¿Quién nos dará la respuesta al problema de cómo tomar decisiones acertadas,  cómo actuar serenamente y con autocontrol en situaciones difíciles,  cómo discernir la verdad y la justicia,  qué actitud tomar ante nuestras propias reacciones y sentimientos  instintivos y en general cómo vivir?, ¿Cuál es el método infalible para no errar?

Ni el santo, ni el científico, ni el héroe nos pueden ayudar. Ellos no tienen sentido común. Las abuelas sí.

Los seres humanos estamos dotados de la capacidad de decidir razonable y equilibradamente y  solucionar problemas con informaciones parciales y sin el uso de una lógica estricta

El pensamiento ordinario raras veces se desarrolla por deducción y con frecuencia recurre a procedimientos que no serían lógicamente válidos como analogías, inferencias a partir de observaciones particulares, etc...En la vida real, no nos preocupamos por controlar cada uno de los eslabones de una cadena de argumentos, sino que vamos directamente a la conclusión para verificar si nos parece plausible. Entre otras cosas, es precisamente esta “debilidad” de los procedimientos ordinarios  del sentido común lo que no se consigue implementar en las máquinas llamadas inteligentes, aquellas mismas que, por lo demás, nos ganan fácilmente una partida de ajedrez.

Llamamos sentido común a ese tipo de inteligencia que, aún sin ofrecer certezas absolutas, nos permite decidir por las mejores soluciones en condiciones de incertidumbre.

Más que la lógica deductiva, el sentido común posee cualidades como la adaptabilidad, la capacidad de comprender la ironía y el verdadero significado de las cosas según el contexto y, especialmente, la sensatez.

Por otra parte hay que tener en cuenta que las ideas de sentido común, forman parte de la mayor parte de nuestro acervo de conocimientos. La  verdadera razón para creer la mayor parte de las cosas de las que estamos  seguros es que nuestros padres, maestros, amigos, parecen creer lo mismo.  No podemos someter a crítica y comprobación sino, si acaso, una pequeña parte de ese inmenso imaginario que tenemos en la cabeza y que constituye lo que llamamos  realidad, nuestra realidad. Creer en cosas totalmente opuestas y contradictorias a lo que cree todo el mundo nos haría pasar por locos.

En la biblia se alaba la sabiduría como el don de discernir lo conveniente y se pide a Dios ese don como el regalo más preciado:

Dios de los padres y Señor de la misericordia,

que con tu palabra hiciste todas las cosas,

y en tu sabiduría formaste al hombre,

para que dominase sobre tus criaturas,

y para regir el mundo con santidad y justicia,

y para administrar justicia con rectitud de corazón.

Dame la sabiduría asistente de tu trono,

y no me excluyas del número de tus siervos,

porque siervo tuyo soy, hijo de tu sierva,

hombre débil y de pocos años,

demasiado pequeño para conocer el juicio y las leyes.


Mándala de tus santos cielos,

y de tu trono de gloria envíala,

para que me asista en mis trabajos

y venga yo a saber lo que te es grato.

Porque ella conoce y entiende todas las cosas,

y me guiará prudentemente en mis obras,

y me guardará en su esplendor.

(Sabiduría 8,1-6.9-11)



Cuando Aristóteles aconseja buscar “el justo medio”, está señalando   una regla general de comportamiento que podríamos llamar de sentido común:

“Ante todo, debemos notar que las acciones están sujetas a volverse imperfectas o por exceso o por defecto (para que nos sirvan de testimonios evidentes en torno a cuestiones oscuras), como podemos ver a propósito de la fuerza y de la salud: en efecto, la fuerza se perjudica tanto por el exceso como por la falta de ejercicio gimnástico, y paralelamente, la sobreabundancia o la parquedad en el beber y en el comer arruinan la salud, mientras que la justa proporción la produce, aumenta y preserva.

Así ocurre también respecto a la moderación, la valentía y las demás virtudes. En efecto, quien huye o teme cualquier cosa y nada afronta, se vuelve tímido; quien en cambio no teme a nada, sino que arremete contra todo, se vuelve temerario; paralelamente, quien goza de toda suerte de placer y no se abstiene de ninguno, se vuelve intemperante; quien, en cambio, los rehuye como hacen los rústicos, se vuelve insensible; es decir: la moderación y la valentía se arruinan tanto por exceso como por defecto, mientras que la vía intermedia los preserva.

La virtud es, por lo tanto, una disposición del propósito consistente en el término medio respecto a nosotros mismos, definida por la razón, y como el hombre sabio la determinaría. Es un término medio entre dos  vicios: uno el del exceso y otro el del defecto; precisamente, mientras que algunos vicios lo son por defecto, otros los son por exceso de lo que se debe hacer, sea en la pasiones o en las acciones; la virtud, en cambio, encuentra y elige el justo medio.”  Ética a Nicómaco.

El filósofo japonés Yoritomo Tashi opina que “el sentido común es el sentido central hacia el cual convergen todas las impresiones que se confunden con un sentimiento único, el deseo de la verdad”. Para las personas que tienen sentido común, todo se reduce a una percepción única: El amor de la rectitud y de la simplicidad.



Según Tashi, algunas tendencias humanas se oponen al sentido común, entre ellas la falta de determinación (o energía), la pereza mental, la tendencia a la ensoñación y a creer en quimeras y  la impulsividad. Yoritomo aconseja recurrir a la observación, la moderación, el esfuerzo y sobre todo el raciocinio…



Me parece  que es imposible adquirir sentido común a partir de una teoría del sentido común, una prédica o consejos acerca de la necesidad de aplicar el raciocinio.  

El sentido común nace de la experiencia, de manera natural y gracias a un medio ambiente estimulante y en particular por el ejemplo de gente sensata. Los consejos aristotélicos no habrían tenido ninguna influencia en mí si no fuera porque mi mamá aconsejaba siempre aplicar  “el justo medio”. Ni buscaría la sabiduría en la palabra de Dios si no fuera por su ejemplo de fe.



Ahora, el sentido común y la búsqueda del equilibrio y el justo medio evitan que nos metamos en problemas, pero, por su misma naturaleza no tienen nada que decirnos cuando abrimos la puerta a lo inexplorado, a la aventura, al más allá.  Ante lo verdaderamente nuevo,  solo una actitud de valentía, de confianza, de apertura de pensamiento nos llevará adelante y nos impulsará a cosas que … ¿quien pudiera imaginar?  




viernes, 3 de febrero de 2012

Momentos imperfectos



La perfección no era mi problema. Solo como un ideal, como una meta más allá de mi alcance en este mundo y con mis solas fuerzas…

Entonces llego a mis manos este libro “Momentos Perfectos“ de Eugene O’Kelly . El autor es un economista de éxito a quien le diagnostican cáncer de cerebro en fase terminal. Afronta esta situación planeando sus últimos meses y tratando de vivir muchos momentos perfectos

Según él, hubo muchos más momentos perfectos en esta última etapa de su vida que en la mayor parte de ella. Claro que reconoce que hubo algunos, como el día en que nació su hija o el día en que se hizo socio de la empresa donde trabajaba…grandes días.

Los momentos perfectos eran fruto de una cuidadosa planeación y de una conciencia clara de ser este momento único y especial.

Mi esposo me recordó que el personaje de Anny en “La Náusea” de Sartre habla de los momentos perfectos… para que ocurran estos momentos es necesario aprovechar una situación privilegiada y crear las condiciones … entonces sobrevienen  instantes donde la conciencia se agudiza, el ser se vuelca todo y se siente como una revelación.  En fin, donde se percibe que todo es perfecto.

Así es —dice Anny—; ante todo era preciso estar sumido en algo excepcional y sentir que uno imponía orden allí. Si se hubieran realizado todas esas condiciones, el momento habría sido perfecto.

—En suma, era una especie de obra de arte.”

Eugene O’Kelly quiso despedirse de todas las personas con las que había estado relacionado. Organizó muchísimas despedidas, buscando en ellas momentos perfectos. No hizo ninguna reunión multitudinaria para despedirse ni nada de eso.

Para algunas personas las celebraciones de boda, primera comunión, etc son quizás esos momentos perfectos que se preparan cuidadosamente y se registran para la eternidad en fotos y recordatorios… mucho dinero y energía se gasta en ellas…

Yo creo que buscar conscientemente la perfección de un momento se relaciona con una sobrevaloración  del presente. Es cierto que solo existimos en el momento presente pero no es menos cierto que este instante solo adquiere significación en la medida en que encaja en la historia de una vida que tuvo un origen y tendrá un final, que tiene una trama y significado particulares. La obra de arte es la vida toda y no una momento particular.

Para mí los momentos perfectos son instantes de éxtasis donde Dios se nos revela en una brizna de hierba, en un pájaro o en una zarza…  

Estos momentos son un regalo de Dios y nada podemos hacer para propiciarlos. Pero sí es necesario salir de nosotros mismos y estar dispuestos a la iluminación.

Gracias a estos momentos recordamos que todo tiene un sentido. Que estamos en un caminar hacia algo más grande y mejor… que no estamos solos.

Pero hay que reconocer que en la vida la mayor parte de las cosas y de los momentos son imperfectos porque como seres de barro en el medio de esta naturaleza en evolución, nos movemos en el error y en la imperfección. La gran paradoja de la vida es que mientras nos afanamos buscando belleza y perfección, el tiempo nos arrastra al decaimiento físico demostrando  que si solo nos quedamos en lo material, seremos  como una cáscara o un desecho pero si nos dejamos alcanzar de esa perfección que nos llama, la vida eterna  estará en nosotros como una semilla que nos permitirá despertar a esa luz cuyos destellos se filtran a veces por entre rendijas  en lo que pudiéramos llamar momentos perfectos.

domingo, 1 de enero de 2012

Paganismo navideño y rituales de año nuevo



La religión del consumo ha adoptado el ritual cristiano de la navidad. En una manifestación de sincretismo se mezclan imágenes del Niño Dios con las de papá Noel, pinos y nieve fuera de contexto,  ruido, voladores, derroches, excesos…

En época navideña es obligatorio manifestarse feliz, dispuesto a participar de novenas, a intercambiar obsequios, a hacerse presente con palabras y fórmulas hechas para demostrar el cariño y compensar el vacío que deja la ausencia y la desconexión con seres que deberían ser más significativos.

Por unos días se olvida el trabajo, los afanes cotidianos dan paso al gran interrogante: ¿Estoy satisfecho con mi vida? ¿Soy la persona que quiero ser?  ¿Qué hay más allá del afán cotidiano?

A veces las respuestas asustan e invitan a sumergirse en la embriaguez.

Por eso la fórmula ¡Feliz Navidad! , que generalmente no implica creer en Cristo sino en el consumo, suena a ironía. En épocas navideñas suelen dispararse las cifras de suicidios, homicidios, divorcios… la gente huye al campo para hacerse la ilusión de una vida más cercana a lo básico, aunque sea por unos cuantos días.

Pero, ¿no será posible sustraernos a ese espíritu y rescatar el mensaje que desde  hace más de 2000 años ha impactado no solo a cristianos sino a hombres de todas las religiones y aún ateos? La imagen de un dios que se hace niño y nace en un pesebre  lleva en sí misma un mensaje poderosísimo de esperanza  y alegría. Ella nos habla de la riqueza de la pobreza, del valor de la familia, del deseo de sinceridad, de integridad, de pureza que abriga el corazón de todo ser humano. 

Cuánto más en familias con una tradición cristiana. Debería ser un propósito de estas épocas el resistir el espíritu pagano y buscar la alegría del dar.  

Algunos creen que tampoco se debería dar el feliz año nuevo porque un día siempre es igual a otro día y el calendario es una convención.

En todo caso, las fiestas de año nuevo nos unen en el registro del tiempo, que pasa igual para todos.  Que sea una convención empezar el año el primero de enero no significa que el hecho carezca de significado. Comenzando porque el aceptar las convenciones sociales es la primera condición del ser civilizado normal.  La sociedad no podría funcionar sin convenciones. La gente sencilla prefiere creer que obedece a designios divinos y someterse a rituales mágicos antes que aceptar el hecho escueto de que la tierra dio otra vuelta más alrededor del sol… prefiere creer que el 31 de diciembre a las 12 de la noche pasó algo a creer que no pasó nada. ¡Aunque las 12 de la noche en un lugar no sean las 12 de la noche en otro, el beso y los voladores tienen que ser a esa hora o… no se vivió el año nuevo como tenía que ser!

En general el 1 de enero es una fiesta más del calendario que se acompaña de rituales y supersticiones varias. Así como la navidad, el año nuevo se debe pasar con la familia y es duro para las personas solas o para las que están lejos vivir estas fechas lejos de los seres queridos.

Es también, y quizás esto es lo más importante, la época del balance, de establecer propósitos, de ajustar el proyecto vital.

Pienso que los rituales estructuran el tiempo de vida. Son la armazón que vamos llenando con nuestras historias…todos los necesitamos. Y, sin importar si los adornamos con mitos o los miramos con espíritu positivo, al desear un feliz y próspero año nuevo simplemente estamos reconociendo que todos estamos juntos compartiendo el mismo destino en este pequeño planeta que acaba de dar una vuelta más alrededor del sol.