miércoles, 7 de diciembre de 2011

LA INFIDELIDAD MASCULINA Y LA FEMENINA DEBEN SER IGUALMENTE CONDENADAS



Hoy en día está de moda en sicología enfatizar en las diferencias entre hombres y mujeres. Que los hombres son de Marte y las mujeres de Venus, que los hombres son esto, que las mujeres son aquello.  No niego que partir de un mejor conocimiento de nuestras diferencias desde lo biológico o cultural sea un dato importante para tener en cuenta a la hora de relacionarnos.  Sobre todo es importante reconocer que lo que históricamente se ha catalogado como femenino (como el trabajo doméstico) ha sido objeto de subvaloración y que esta situación es fuente de las mayores injusticias.

Pero desgraciadamente lo que ocurre a veces es que se abusa de este conocimiento para presentar como datos científicos los eternos prejuicios y para  justificar injusticias.

Los hombres, y en alguna medida algunas mujeres, no aceptan las consecuencias de la igualdad de hombres y mujeres en cuánto seres humanos. Esta situación no puede llevar sino al distanciamiento, a perpetuar situaciones injustas y a contribuir a la infelicidad tanto de los hombres como de las mujeres .

Un texto que me parece representativo en este sentido es el de Gabriel Jorge Castellá: “La infidelidad femenina debe ser jugada más severamente que la masculina”, en “Paradojas Existenciales”.

Afirma Castellá que la mujer es maestra en el amor y la fidelidad mientras el hombre en esos terrenos estaría al nivel de un niño. Por eso ella debe ser juzgada más duramente.

También trae a colación un símil, supuestamente usado por V. Frankl, donde se equipara a la mujer con una vasija que, si recibe agua sucia se mancha irreparablemente, mientras, por más sucia que esté, no mancha la fuente del agua que recibe. Es decir, que la pérdida de la virginidad mancha a la mujer y no al hombre.

Es insultar la inteligencia de una mujer esperar que comprenda y acepte estas ideas. Aunque no faltarán aquellas que lo hagan… tan perdidas están en este gran paradigma paternalista y machista que, a veces creemos superado pero que igual resurge inalterado en textos como los anteriores.

Lo más triste es que mientras las mujeres estamos pensando y aceptando a los hombres como seres humanos iguales a nosotras, algunos de ellos y en particular el autor de este texto, nos ven como mujeres. Como seres particulares, no totalmente humanos, quizá, como ángeles o demonios… nos admiran y nos temen, pero no nos aman. Porque el amor supone igualdad.

Rebatir las afirmaciones de Castellá no puede ser más sencillo.

Que una persona haya decidido quedarse en el infantilismo en algún aspecto de la vida como el de las relaciones de pareja no lo exime de la responsabilidad que implican estas relaciones así como el que una persona haya decidido quedarse en un nivel infantil en el aspecto económico no la exime de asumir sus deudas o pagar por su manutención.

Tanto el hombre como la mujer desde lo profundo del corazón y con igual fuerza rechazamos la injusticia. La mentira. La deslealtad. Todas estas cosas se dan en el adulterio. Por eso es igualmente grave que el hombre falte al compromiso con su compañera que el que sea ella la que le sea infiel.

La sociedad se construye sobre la estabilidad de la familia. Y la familia sobre la dedicación de uno de los dos, en general  la mujer, al cuidado de los niños, los enfermos, los ancianos, el hogar. Lo importante es que hombre y mujer sean un equipo, se apoyen y se cuiden. No hay persona más vulnerable que una mujer gestante o con un niño en los brazos. Por eso existe el matrimonio, porque el cuidado de la familia, del hombre, de la mujer, de los niños, no puede quedar a merced del capricho o de sentimientos volátiles.

Dice Castellá que es un error imponer la fidelidad pues “todo lo que se impone estimula su rechazo”.

Con esta lógica, sería un error imponer la honradez y no debería haber castigo para el ladrón…

Y, añade que basta el amor para que surja la fidelidad de manera espontánea, dando a entender que si hubo infidelidad, quien falló fue la víctima. Absurdo.


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