Voy a centrarme en la teoría de Darwin ya que está en el foco de la
polémica entre la ciencia y la religión.
Aún hoy día para algunas personas es difícil conciliar la creencia en entes
espirituales como el alma o Dios, con el reconocimiento de que existen
mecanismos en el cerebro sin los cuales es imposible pensar o sentir y, sobre
todo, que estos mecanismos han evolucionado desde prototipos presentes en
antepasados comunes a nosotros y a nuestros parientes más próximos los simios. La
idea de que para explicar esta evolución en términos generales no es necesario
introducir entes espirituales pues basta con acudir a circunstancias y factores
enteramente naturales y materiales, genera molestia en aquellos que fincan sus
creencias metafísicas en alguna carencia básica de la materia la que de alguna
manera no podría superar ciertas
barreras y alcanzar algún nivel de espiritualidad, para ellos necesario
en el terreno de lo humano.
Una de estas ideas es la creencia en la libertad del hombre. No estamos
determinados de la misma manera como lo está la materia bruta o los animales.
La teoría de Darwin afirma que las especies cambian por descendencia con modificación debido a
que los organismos de una especie varían mucho en sus características particulares
lo que los hace más o menos aptos para la supervivencia en cada medio ambiente
particular, y, como en cada momento la reproducción genera muchos más individuos de los que pueden
alcanzar la edad reproductiva, la lucha
por los recursos selecciona a los más aptos.
Darwin evitó usar la palabra evolución pues en su época esta palabra estaba
asociada con teorías opuestas y se asociaba también con la idea más amplia de
progreso lo que imponía connotaciones políticas indeseables.
Algunos como Daniel Dennet (uno de los 4 jinetes del ateísmo) piensan que
con su teoría Darwin logró unir el ámbito
de la imperfección e inercia material con el riquísimo mundo del sentido bajo
una teoría metodológicamente naturalista. Pero preguntémonos ¿cuál sentido?
No puede haber sentido en el azar.
Una ley como la que establece que el mecanismo por el cual las especies
evolucionan es la selección natural, es como la ley de gravitación, un
mecanismo de la materia. Algo inapelable y ciego.
No es necesaria la intervención de Dios en cada momento evolutivo así como no es necesaria en cada instante de la
caída de una piedra.
La visión corriente en la época de Darwin (mediados del siglo XIX) era la
de que o bien las especies eran fijas o bien la materia incluía un principio
vital no material que guiaba la evolución.
La revolución copernicana chocó en la época de Galileo con la oposición de
la iglesia o al menos de los sectores conservadores y ortodoxos que creían en
la interpretación literal de la Biblia. La
visión bíblica del universo sustentaba la posición privilegiada del hombre en
el universo.
La teoría de la evolución empeoró las cosas para los fundamentalistas
puesto que ahora era la jerarquía del hombre entre los seres vivos la que se
ponía en cuestión. Para Darwin somos de
la misma materia que los demás animales. Como científico Darwin era
profundamente materialista.
Pero no se puede decir que fuera enemigo de la religión, entendida como un
núcleo de creencias que dan respuesta al problema existencial y del bien y el
mal y que nos hace unirnos alrededor de valores sagrados, incluso había pensado
hacerse clérigo. De lo que era enemigo era de la abdicación de la razón que
suponía el dogma religioso. Consciente de las consecuencias de su trabajo para
la cosmovisión imperante, no solo retrasó la publicación de su trabajo durante casi
veinte años, sino que también evitó consuetudinariamente dar declaraciones
públicas sobre las implicaciones filosóficas de su teoría. En 1880, escribió a Karl Marx:
Me parece (con o sin razón) que los argumentos
directos contra el cristianismo y el teísmo apenas tienen ningún efecto en el
público; y que la libertad de pensamiento será mejor promovido para el humano
en pie que sigue el progreso de la ciencia por un esclarecimiento gradual. Yo,
por lo tanto siempre he evitado escribir acerca de la religión y me he limitado
a la ciencia. (Tomado de : Siempre desde Darwin: Reflexiones sobre Historia
Natural, por S. J. Gould )
Sin embargo, el contenido de su trabajo era tan chocante para el
pensamiento tradicional occidental que la resistencia persiste.
S. J. Gould dice que el hecho de que el potencial de la mente o la armonía
del universo despierten nuestra admiración es independiente de que se las atribuyamos
al azar y a las fuerzas naturales o a un Dios creador y diseñador.
Pierde de vista que la religión no es principalmente un dogma o unas
creencias sostenidas individualmente sino sobre todo unas prácticas, rituales,
actitudes y sentimientos compartidos. La fe no es irracional pero va más allá
de lo racional. Es una necesidad tanto intelectual como afectiva que tiene que
ver con la búsqueda de sentido y la inquietud acerca de nuestro lugar en el
cosmos.
¿De dónde surgió el materialismo de Darwin y su desconfianza por la
religión? Como en tiempos de Galileo la
sociedad de su época castigaba la libertad de pensamiento. Sectores
conservadores atacaban y vetaban todo aquello que se opusiera a lo establecido.
¿Han cambiado mucho las cosas desde entonces? A veces nos parece que no.
Por otra parte, por cinco largos años a bordo del Beagle la compañía
obligada del capitán Fitzroy, aristócrata, conservador y lector fundamentalista
de la Biblia, ante quien Darwin debía pleitesía por su posición de subordinado,
a pesar de la antipatía que le generaba, pudo inclinar la balanza en contra de
la religión.
La relación entre ciencia y religión es compleja y está plagada de
malentendidos. Constato que:
·
No toda persona religiosa es fundamentalista y cree en la
literalidad de las escrituras.
·
Muchos intelectuales y científicos son personas
religiosas.
·
Hay quienes piensan que la ciencia moderna floreció en el
mismo ambiente religioso que el que dio origen al capitalismo, el puritanismo.
La gran mayoría del público ni es ilustrado en asuntos de teología ni en
asuntos de ciencia y se limitan a seguir a sus líderes pues no están capacitados
para discernir la verdad que cada vez se hace más y más compleja.
Actualmente la situación se ha invertido, antes se pretendía que la Biblia contenía
la verdad en asuntos científicos y hoy se piensa que la ciencia posee la verdad
en asuntos existenciales y humanos que exceden su competencia. La eficacia y el
prestigio de la ciencia han conducido a un estado de cosas en que, por lo menos
en los círculos del poder, a los que hablan en nombre de la ciencia se les
concede autoridad y se identifica la religión con la charlatanería.
Desgraciadamente la mayoría de los líderes religiosos carecen de
competencia en asuntos científicos y lo que es peor, promueven la creencia ciega y la obediencia como virtudes.
También hay que reconocer que la mayoría de los que esgrimen la lucha por
la ciencia en contra de la religión no han pasado del primer grado en catecismo.
Me atrevo a asegurar que pertenecen a las élites más arrogantes que hay en este
momento en el planeta, son tremendamente individualistas y están muy alejadas de cualquier clase de
sufrimiento o lucha por la vida.
La figura de Darwin es un arquetipo del científico de todas la épocas.
Gozó de entera libertad y de tiempo y
recursos ilimitados para dedicarse a su pasión por investigar. Su vida fue muy
distinta de la de un ciudadano del común.
¿Con quién se va a identificar un pueblo? No es con ese tipo de personas
como los científicos aristócratas de hoy y de siempre cuya realidad existencial
los asemeja a seres de otro planeta. Tampoco
con los maestros de los barrios marginados. Los que enseñan ciencias no son
capaces de convencer tampoco. ¿Por qué no convencen? Porque ellos mismos no
están convencidos. Los maestros no han conocido la ciencia más que de oídas y
como otro dogma u opinión más. Para ellos, así como para los líderes
religiosos, es asunto de autoridad, no de pensamiento crítico.
En Latinoamérica la religión no ha muerto, las iglesias tradicionales se
mantienen y sus líderes son cada vez más capaces, cultos y comprometidos. Los
nuevos grupos pentecostales crecen en número y hay pastores de todas las
denominaciones religiosas que son capaces de irse a los barrios, hablarle al
pueblo en su lenguaje, acompañarlos y ofrecerles guía y esperanzas.
Es por esto que en países donde hay pobreza, violencia, caos y sufrimiento,
aumenta el número de creyentes (aunque no siempre su calidad) y a la ciencia
nadie le hace caso.
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