Algunas personas dicen “creer” en la presencia real de
Cristo en la eucaristía por ser algo que se enseña en las catequesis. Otros
afirman creer en ello por ser un hecho científicamente comprobado tal
como lo afirma el señor R. Castañón en sus vídeos. Otros creen por haber vivido
una experiencia supra sensorial, o mística, al comulgar o ante el Santísimo.
Comencemos analizando los términos.
El primero de ellos: creer, creencia.
Creer algo implica tener unas disposiciones a actuar de
determinada manera. Es un referente de identidad, nuestras creencias determinan
nuestro yo. Concretamente, por ejemplo, el creer en la eucaristía nos dispone en
primer lugar a comulgar y, en segundo lugar, a manifestarle respeto con gestos
como el arrodillarse durante la elevación o echarse la bendición al pasar
frente al sagrario. La adoración al Santísimo o la participación en la
procesión del Corpus Cristi pueden considerarse como manifestaciones públicas
de nuestra fe y amor a la eucaristía.
Si alguien dice creer, pero no acude a la eucaristía,
podemos concluir que en realidad no cree.
Ahora, ¿cuáles son las razones para profesar esta o alguna
otra creencia? Hay un buen número de posibles razones:
·
Es
lo que creen las personas que son importantes para mí.
·
Está
científicamente demostrado.
·
Es
lo que constato con mis sentidos. (Tomás necesitó meter el dedo en las llagas y
creyó, pero Jesús dijo bienaventurados los que creen sin haber visto.)
·
Se
puede deducir de algo en lo que también creo.
·
Es
lo que me conviene creer.
·
He
tenido una experiencia mística donde la verdad de la presencia de Cristo se me
ha revelado.
En todo caso, siempre que afirmo creer en algo es
evidente que no lo doy por obvio. Porque, por ejemplo, no necesito decir que “creo”
que estoy aquí, eso es algo evidente por sí mismo. De las cosas obvias que doy
por sentadas sin pensar, como que mañana saldrá el sol, no digo que “creo” en
ellas. El afirmar explícitamente que creo en x cosa, supone de hecho que x no
es algo evidente.
Pero yendo un poco más al fondo de las cosas, de casi todo
lo que doy por obvio, en realidad puedo dudar si lo llevo a un examen
exhaustivo. Pongo algunos ejemplos:
·
Doy
por hecho que soy la mujer de 75 años que vivo, mandando, disponiendo y
gobernando en mi casa, pero, puede ser que solo sea una alien o un robot que
vino a reemplazarme y está programada para “creer” eso.
·
Me
parece que soy quien soy en la realidad, pero solo soy el personaje del sueño
de alguien…
·
Digo
que esta mesa es algo sólido porque me tropecé con ella y me lastimé un pie, pero
en clase de física me aclararon que la materia sólida es en un 90% o más ¡solo
vacío!
En todo caso, como es imposible vivir dudando de todo, termino
tomando la decisión de creer en aquello que me conviene. Por ejemplo, no
puedo vivir en la incertidumbre de si habrá un mañana, pero termino creyendo
que lo habrá y dándolo por obvio, aunque no lo sea.
En todo caso, la realidad impone límites a aquello en que es
posible o conveniente creer. Y con esta frase, estoy dando por sentado que
existe una realidad.
Volviendo a nuestro tema, hay varias cuestiones:
La primera, si creemos, y por qué razón creemos en la
presencia real de Cristo en el pan consagrado.
La segunda, si creemos, en los, así llamados, milagros
eucarísticos, es decir, que hay hostias que se convirtieron en pedazos de carne
o vino consagrado que se convirtió en sangre, que un burro o unos bueyes se
arrodillaron ante una hostia, que hay hostias que levitan, etc. Y, por qué
razones.
Y, por último, qué se entiende con la afirmación de que está
demostrado científicamente que hay tejido cardiaco en una hostia o de que hay
sangre tipo AB en vino consagrado, o cosas así.
Vamos por partes.
A la primera pregunta yo respondería que creo en la real
presencia de Cristo en la eucaristía porque, como católica, se que esta
creencia o dogma de fe, forma parte de la revelación consagrada en las sagradas
escrituras. Ellas contienen el testimonio de los apóstoles que creyeron porque
vieron y experimentaron algo fuera de toda duda, de modo que lo que vivieron
los transformó. La verdad que anunciaron se ha propagado de generación en
generación y ha sido custodiada por la Iglesia.
¿Es la iglesia una institución digna de fe? Pienso que, a
pesar de tantos fallos de sus miembros, la iglesia es una institución que se ha
mantenido por mas de 20 siglos durante los cuales su influencia en la cultura,
en el progreso espiritual y ético, en el arte, la filosofía y aún en la
ciencia, es inconmensurable. Sin la iglesia la historia y la actualidad de
occidente serían totalmente irreconocibles. En mi caso, pertenecer a la Iglesia
forma parte de lo que soy, la iglesia es, en algún sentido, mi madre.
Ahora, en cada celebración eucarística la iglesia actualiza
el sacrificio pascual de Jesús al cual nos unimos y es la razón de nuestra
esperanza en la vida eterna, lo que nos permite dar sentido a nuestro andar por
el mundo, como dijo Pedro solo tú tienes palabras de vida eterna. Es
decir, creo porque necesito creer, porque he recibido el bautismo y con él la
luz de Cristo que me ha dado la Iglesia y porque a lo largo de mi vida esa
creencia se ha hecho parte de mi identidad.
Cuando alguien dice que cree en la presencia real de Cristo
en la eucaristía porque es algo que ha sido demostrado científicamente, lo
que, para mí, está claro es, primero, que no sabe como funciona la ciencia y qué
puede significar realmente que algo esté demostrado científicamente y, segundo,
que, para él o ella, vale más la autoridad de la ciencia, que la
autoridad de la iglesia a la hora de afirmar la verdad de una proposición como:
El pan y el vino se convierten en el cuerpo y sangre de Jesús.
La ciencia es una institución humana cuyo objetivo es la
producción de conocimiento, ¿qué tipo de conocimiento? En primer lugar, datos,
que son el resultado de experimentos o pruebas empíricas que deben ser
reproducibles y verificables. En segundo lugar, leyes, que son un ordenamiento
de esos datos en forma de ecuaciones matemáticas o proposiciones falsables, y
en tercer lugar, teorías, que son construcciones mentales que permiten dar
cuenta de la razón de dichas leyes en términos de principios generales y de una
cosmología particular.
En uno de los así llamados milagros eucarísticos, se dice
que se hicieron pruebas sobre un pedazo de material encontrado sobre una hostia
y que se encontró que era tejido cardiaco y sangre tipo AB. Se supone que en
otros casos también la sangre encontrada es tipo AB y se encuentra ADN humano,
además de células sanguíneas vivas en una muestra guardada por muchos meses.
Para tomar estas afirmaciones como científicas, ellas
deberían ser publicadas en una revista científica junto con una explicación detallada
del procedimiento de toma de muestra, preparación, método o métodos empleados para
las observaciones, etc.
No se encuentra evidencia de que tales publicaciones.
Por otra parte, aunque las afirmaciones fueran ciertas, de
ellas no se desprende la conclusión de que la hostia sea el cuerpo de Cristo.
Milagros eucarísticos que afirman que una hostia se
convierte toda ella en un pedazo de carne, o que le sale una excrecencia de tejido
cardiaco, o que de un hueco le brota sangre, chocan con la creencia de que Jesús
se hizo eucaristía fundamentalmente para dársenos como alimento del alma y no
para quedarse en un pedazo de materia que nadie come y que, siendo algo presuntamente
sagrado, resulta ser objeto de estudios. En Colombia, y supongo que, en Latinoamérica,
es conocido el apologeta Ricardo Castañón, quien se presenta a sí mismo como
científico y afirma que ha logrado demostrar la verdad de los así llamados
milagros eucarísticos. Su lenguaje logra convencer a personas ingenuas que
llegan a fundamentar su fe en la eucaristía como un hecho “científicamente
comprobado”.
Pero, a la pregunta ¿Quién es el Dr. Ricardo Castañón? El chat
GPT afirma entre otras cosas:
Su título es Doctor en Psicología Clínica y ha hecho
estudios en temas como medicina psicosomática, neuro psicofisiología cognitiva
y bioquímica y filosofía.
Según sus propios relatos y los de sus promotores, ha
dirigido investigaciones científicas sobre esos fenómenos, buscando pruebas
biológicas (tejido, sangre, ADN) y tiene publicaciones en torno a esos temas,
mezclando aspectos que él considera científicos con espiritualidad, sin
embargo, no todos aceptan sus afirmaciones: hay voces críticas que lo
clasifican como “charlatán” o dudan de la validez científica de sus estudios.
No he encontrado evidencia confiable de que haya alguna sociedad
científica reconocida —es decir, una organización académica o asociación de
investigadores con estándares de revisión por pares— que haya evaluado y
validado públicamente los estudios de Ricardo Castañón como científicamente
establecidos en los términos que él los presenta (milagros eucarísticos,
hostias sangrantes con ADN y tejido cardíaco, etc.). En otras palabras, no hay
respaldo científico formal ni publicaciones revisadas por pares que validen los
estudios de Ricardo Castañón como descubrimientos reconocidos por la comunidad
científica.
De hecho, con solo oír unos minutos alguno de sus videos, yo,
que trabajé más de treinta años en un ambiente universitario serio, puedo decir
que su discurso para nada se reconoce como el de un verdadero experto o científico.
Todo lo contrario, es un discurso propagandístico.
Ahora, a la pregunta de si creemos en los milagros
eucarísticos, y por qué; yo diría que son posibles y los catalogaría dentro de
las experiencias de revelaciones privadas, pero podrían confundirse con
manifestaciones del demonio. ¿Cómo discernir? Pues por sus consecuencias. Una
revelación privada o experiencia mística que haga sentir la presencia de Dios, reafirme
la fe y lleve a una unión mas estrecha con la iglesia posiblemente sea verdadera.
Pero una que contribuya a aumentar el ego de la persona o a querer sacar
provecho económico posiblemente sea un engaño.
Pongo por ejemplo el caso de una experiencia del padre Fray
Nelson Medina, de la orden de predicadores. Él relata en uno de sus videos que en
cierta ocasión sintió como la hostia se calentaba en sus manos después de la
consagración. Lo sintió como una manifestación milagrosa. Pienso que el padre
Fray Nelson es una persona creíble. Tiene formación en física (casi termina la
carrera de física en la Universidad Nacional de Colombia) y sabe lo que es la
ciencia, además es doctor en teología. No
dudo de su testimonio, pero no contribuye en nada a mi propia fe. Por otra
parte, él lo recibe simplemente como una gracia, no como el fundamento de su
fe.
Ahora, la afirmación de que los milagros eucarísticos demuestran
científicamente que Cristo está presente en la eucaristía no tiene sentido.
De hecho, la verdad de la presencia de Jesús en la eucaristía no es una verdad
de orden científico. No es algo que pueda demostrarse mediante pruebas de
laboratorio. Si los milagros
eucarísticos demuestran algo es que hay sangre en las muestras que se
recogieron, pero esas muestras, ¿cómo se tomaron? ¿cómo se hizo la prueba? ¿todas las pruebas que
se hicieron llevaron al mismo resultado? Y, por otra parte, ¿esa sangre será la
sangre de Cristo?
Además, si Jesús nos invitó a
comer y beber su cuerpo y sangre presentes en la eucaristía, y mantuvo las
características normales de esa hostia y ese vino, lo cual evidentemente facilita
su consumo, no se entiende por qué en algunos casos hace sangrar esa hostia o
convertir el vino en sangre con sus características corrientes, es decir roja,
con leucocitos y eritrocitos, ADN, etc.
Si alguien ha tenido la gracia de
recibir una revelación particular, una experiencia supra sensorial que hace que
su corazón se ilumine con la verdad de la presencia de Jesús en la eucaristía,
indudablemente debe dar gracias a Dios por ello. Y, si lo considera oportuno
puede dar testimonio, pero estas experiencias no son necesarias ni Dios se las
concede a todos.
La Iglesia enseña que los llamados milagros eucarísticos no forman
parte de la revelación pública y no es obligatorio creer en ellos, ni aun
cuando sean reconocidos oficialmente por la Iglesia.
Para terminar, recordemos las
palabras de Santo Tomás :“Creer es un acto del intelecto que, con la ayuda de
la voluntad movida por Dios por medio de la gracia, da el propio consenso a la
verdad divina”.
Y las de San Pablo: “La Fe depende de la predicación y la predicación a su vez
actúa por la Palabra de Cristo” (Rm 10, 17).
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