jueves, 28 de abril de 2011

El filósofo y el lobo

 
En este libro de Mark Rowlands, el autor nos presenta una serie de reflexiones sobre la naturaleza humana, la felicidad y el sentido de la vida al tiempo que nos narra la historia de su relación con un lobo.  Así vamos conociendo  al personaje al tiempo que su pensamiento lo que da a este un valor especial y hace muy amena la lectura.
 Rowlands distingue entre el espíritu del lobo que hace lo que tiene que hacer de manera heroica sin parar en consecuencias y vive el momento libremente, con el espíritu del simio que siempre está maquinando y calculando lo que lo lleva a la inautenticidad y a la mentira. Según él, solo un simio podía haber escrito “El contrato social”. Para él, su lobo, Brenin, es moralmente superior a un simio y esto no solo porque no puede ser mentiroso, sino porque tiende a ser deferente y protector con los más débiles.
El lobo y el filósofo pasan juntos la mayor parte del tiempo. Y una de las actividades que comparten es la carrera.  El autor admira la forma de correr de Brenin, como si flotara y declara ser diferente y mejor gracias a él. Brenin  le enseña con su sola presencia y sin proponérselo, a captar qué es lo verdaderamente importante.
Afirma que, aunque la evolución nos ha traído hasta aquí a nosotros los simios más desarrollados, aún tenemos nuestro cerebro de un lobo. El contacto con el lobo fue lo que lo llevó a ver en él cosas que normalmente están ocultas pero que son importantes. Como un claro en el bosque hace ver los árboles.
Según el autor, la felicidad está constituida por momentos vividos en total concentración haciendo algo que es de alguna manera es lo que hay que hacer. Lo que nos define, lo que hacemos bien. La felicidad no depende de la cantidad de placer o de los sentimientos que obtenemos. Un lobo puede vivir feliz y significativamente sin momentos de placer como los que proporciona el sexo. Estos  momentos son efímeros y de alguna manera no tocan la esencia de las cosas importantes.
El ser humano, a diferencia del lobo, busca un sentido a la vida, concibe el tiempo como una flecha y se pierde el presente.  Cuando un lobo o un perro reclaman su rutina, viven concretamente la parábola del eterno retorno de Nietsche, es decir, su tiempo es circular.  La religión nos plantea la pregunta de si somos la persona con la que querríamos pasar la eternidad y , si el tiempo no es una flecha sino un círculo, no podemos dejar para mañana el ser fuertes y dar lo mejor. Lo que somos lo tenemos que ser ya, porque no hay más eternidad. Claro que hay momentos que dan sentido a la vida pero no están al final sino dispersos a lo largo de toda nuestra vida. 

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