viernes, 10 de octubre de 2025

MILAGROS EUCARÍSTICOS

 

Algunas personas dicen “creer” en la presencia real de Cristo en la eucaristía por ser algo que se enseña en las catequesis. Otros afirman creer en ello por ser un hecho científicamente comprobado tal como lo afirma el señor R. Castañón en sus vídeos. Otros creen por haber vivido una experiencia supra sensorial, o mística, al comulgar o ante el Santísimo.

Comencemos analizando los términos.

El primero de ellos: creer, creencia.

Creer algo implica tener unas disposiciones a actuar de determinada manera. Es un referente de identidad, nuestras creencias determinan nuestro yo. Concretamente, por ejemplo, el creer en la eucaristía nos dispone en primer lugar a comulgar y, en segundo lugar, a manifestarle respeto con gestos como el arrodillarse durante la elevación o echarse la bendición al pasar frente al sagrario. La adoración al Santísimo o la participación en la procesión del Corpus Cristi pueden considerarse como manifestaciones públicas de nuestra fe y amor a la eucaristía.

Si alguien dice creer, pero no acude a la eucaristía, podemos concluir que en realidad no cree.

Ahora, ¿cuáles son las razones para profesar esta o alguna otra creencia? Hay un buen número de posibles razones:

·         Es lo que creen las personas que son importantes para mí.

·         Está científicamente demostrado.

·         Es lo que constato con mis sentidos. (Tomás necesitó meter el dedo en las llagas y creyó, pero Jesús dijo bienaventurados los que creen sin haber visto.)

·         Se puede deducir de algo en lo que también creo.

·         Es lo que me conviene creer.

·         He tenido una experiencia mística donde la verdad de la presencia de Cristo se me ha revelado.

En todo caso, siempre que afirmo creer en algo es evidente que no lo doy por obvio. Porque, por ejemplo, no necesito decir que “creo” que estoy aquí, eso es algo evidente por sí mismo. De las cosas obvias que doy por sentadas sin pensar, como que mañana saldrá el sol, no digo que “creo” en ellas. El afirmar explícitamente que creo en x cosa, supone de hecho que x no es algo evidente.

Pero yendo un poco más al fondo de las cosas, de casi todo lo que doy por obvio, en realidad puedo dudar si lo llevo a un examen exhaustivo. Pongo algunos ejemplos:

·         Doy por hecho que soy la mujer de 75 años que vivo, mandando, disponiendo y gobernando en mi casa, pero, puede ser que solo sea una alien o un robot que vino a reemplazarme y está programada para “creer” eso.

·         Me parece que soy quien soy en la realidad, pero solo soy el personaje del sueño de alguien…

·         Digo que esta mesa es algo sólido porque me tropecé con ella y me lastimé un pie, pero en clase de física me aclararon que la materia sólida es en un 90% o más ¡solo vacío!

En todo caso, como es imposible vivir dudando de todo, termino tomando la decisión de creer en aquello que me conviene. Por ejemplo, no puedo vivir en la incertidumbre de si habrá un mañana, pero termino creyendo que lo habrá y dándolo por obvio, aunque no lo sea.

En todo caso, la realidad impone límites a aquello en que es posible o conveniente creer. Y con esta frase, estoy dando por sentado que existe una realidad.

Volviendo a nuestro tema, hay varias cuestiones:

La primera, si creemos, y por qué razón creemos en la presencia real de Cristo en el pan consagrado.  

La segunda, si creemos, en los, así llamados, milagros eucarísticos, es decir, que hay hostias que se convirtieron en pedazos de carne o vino consagrado que se convirtió en sangre, que un burro o unos bueyes se arrodillaron ante una hostia, que hay hostias que levitan, etc. Y, por qué razones.

Y, por último, qué se entiende con la afirmación de que está demostrado científicamente que hay tejido cardiaco en una hostia o de que hay sangre tipo AB en vino consagrado, o cosas así.

Vamos por partes.

A la primera pregunta yo respondería que creo en la real presencia de Cristo en la eucaristía porque, como católica, se que esta creencia o dogma de fe, forma parte de la revelación consagrada en las sagradas escrituras. Ellas contienen el testimonio de los apóstoles que creyeron porque vieron y experimentaron algo fuera de toda duda, de modo que lo que vivieron los transformó. La verdad que anunciaron se ha propagado de generación en generación y ha sido custodiada por la Iglesia.

¿Es la iglesia una institución digna de fe? Pienso que, a pesar de tantos fallos de sus miembros, la iglesia es una institución que se ha mantenido por mas de 20 siglos durante los cuales su influencia en la cultura, en el progreso espiritual y ético, en el arte, la filosofía y aún en la ciencia, es inconmensurable. Sin la iglesia la historia y la actualidad de occidente serían totalmente irreconocibles. En mi caso, pertenecer a la Iglesia forma parte de lo que soy, la iglesia es, en algún sentido, mi madre.

Ahora, en cada celebración eucarística la iglesia actualiza el sacrificio pascual de Jesús al cual nos unimos y es la razón de nuestra esperanza en la vida eterna, lo que nos permite dar sentido a nuestro andar por el mundo, como dijo Pedro solo tú tienes palabras de vida eterna. Es decir, creo porque necesito creer, porque he recibido el bautismo y con él la luz de Cristo que me ha dado la Iglesia y porque a lo largo de mi vida esa creencia se ha hecho parte de mi identidad.

Cuando alguien dice que cree en la presencia real de Cristo en la eucaristía porque es algo que ha sido demostrado científicamente, lo que, para mí, está claro es, primero, que no sabe como funciona la ciencia y qué puede significar realmente que algo esté demostrado científicamente y, segundo, que, para él o ella, vale más la autoridad de la ciencia, que la autoridad de la iglesia a la hora de afirmar la verdad de una proposición como: El pan y el vino se convierten en el cuerpo y sangre de Jesús.

La ciencia es una institución humana cuyo objetivo es la producción de conocimiento, ¿qué tipo de conocimiento? En primer lugar, datos, que son el resultado de experimentos o pruebas empíricas que deben ser reproducibles y verificables. En segundo lugar, leyes, que son un ordenamiento de esos datos en forma de ecuaciones matemáticas o proposiciones falsables, y en tercer lugar, teorías, que son construcciones mentales que permiten dar cuenta de la razón de dichas leyes en términos de principios generales y de una cosmología particular.

En uno de los así llamados milagros eucarísticos, se dice que se hicieron pruebas sobre un pedazo de material encontrado sobre una hostia y que se encontró que era tejido cardiaco y sangre tipo AB. Se supone que en otros casos también la sangre encontrada es tipo AB y se encuentra ADN humano, además de células sanguíneas vivas en una muestra guardada por muchos meses.

Para tomar estas afirmaciones como científicas, ellas deberían ser publicadas en una revista científica junto con una explicación detallada del procedimiento de toma de muestra, preparación, método o métodos empleados para las observaciones, etc.

No se encuentra evidencia de que tales publicaciones.

Por otra parte, aunque las afirmaciones fueran ciertas, de ellas no se desprende la conclusión de que la hostia sea el cuerpo de Cristo.

Milagros eucarísticos que afirman que una hostia se convierte toda ella en un pedazo de carne, o que le sale una excrecencia de tejido cardiaco, o que de un hueco le brota sangre, chocan con la creencia de que Jesús se hizo eucaristía fundamentalmente para dársenos como alimento del alma y no para quedarse en un pedazo de materia que nadie come y que, siendo algo presuntamente sagrado, resulta ser objeto de estudios. En Colombia, y supongo que, en Latinoamérica, es conocido el apologeta Ricardo Castañón, quien se presenta a sí mismo como científico y afirma que ha logrado demostrar la verdad de los así llamados milagros eucarísticos. Su lenguaje logra convencer a personas ingenuas que llegan a fundamentar su fe en la eucaristía como un hecho “científicamente comprobado”.

Pero, a la pregunta ¿Quién es el Dr. Ricardo Castañón? El chat GPT afirma entre otras cosas:

Su título es Doctor en Psicología Clínica y ha hecho estudios en temas como medicina psicosomática, neuro psicofisiología cognitiva y bioquímica y filosofía.

Según sus propios relatos y los de sus promotores, ha dirigido investigaciones científicas sobre esos fenómenos, buscando pruebas biológicas (tejido, sangre, ADN) y tiene publicaciones en torno a esos temas, mezclando aspectos que él considera científicos con espiritualidad, sin embargo, no todos aceptan sus afirmaciones: hay voces críticas que lo clasifican como “charlatán” o dudan de la validez científica de sus estudios.

No he encontrado evidencia confiable de que haya alguna sociedad científica reconocida —es decir, una organización académica o asociación de investigadores con estándares de revisión por pares— que haya evaluado y validado públicamente los estudios de Ricardo Castañón como científicamente establecidos en los términos que él los presenta (milagros eucarísticos, hostias sangrantes con ADN y tejido cardíaco, etc.). En otras palabras, no hay respaldo científico formal ni publicaciones revisadas por pares que validen los estudios de Ricardo Castañón como descubrimientos reconocidos por la comunidad científica.

De hecho, con solo oír unos minutos alguno de sus videos, yo, que trabajé más de treinta años en un ambiente universitario serio, puedo decir que su discurso para nada se reconoce como el de un verdadero experto o científico. Todo lo contrario, es un discurso propagandístico.

Ahora, a la pregunta de si creemos en los milagros eucarísticos, y por qué; yo diría que son posibles y los catalogaría dentro de las experiencias de revelaciones privadas, pero podrían confundirse con manifestaciones del demonio. ¿Cómo discernir? Pues por sus consecuencias. Una revelación privada o experiencia mística que haga sentir la presencia de Dios, reafirme la fe y lleve a una unión mas estrecha con la iglesia posiblemente sea verdadera. Pero una que contribuya a aumentar el ego de la persona o a querer sacar provecho económico posiblemente sea un engaño.

Pongo por ejemplo el caso de una experiencia del padre Fray Nelson Medina, de la orden de predicadores. Él relata en uno de sus videos que en cierta ocasión sintió como la hostia se calentaba en sus manos después de la consagración. Lo sintió como una manifestación milagrosa. Pienso que el padre Fray Nelson es una persona creíble. Tiene formación en física (casi termina la carrera de física en la Universidad Nacional de Colombia) y sabe lo que es la ciencia, además es doctor en teología.  No dudo de su testimonio, pero no contribuye en nada a mi propia fe. Por otra parte, él lo recibe simplemente como una gracia, no como el fundamento de su fe.

Ahora, la afirmación de que los milagros eucarísticos demuestran científicamente que Cristo está presente en la eucaristía no tiene sentido. De hecho, la verdad de la presencia de Jesús en la eucaristía no es una verdad de orden científico. No es algo que pueda demostrarse mediante pruebas de laboratorio.  Si los milagros eucarísticos demuestran algo es que hay sangre en las muestras que se recogieron, pero esas muestras, ¿cómo se tomaron?  ¿cómo se hizo la prueba? ¿todas las pruebas que se hicieron llevaron al mismo resultado? Y, por otra parte, ¿esa sangre será la sangre de Cristo?

Además, si Jesús nos invitó a comer y beber su cuerpo y sangre presentes en la eucaristía, y mantuvo las características normales de esa hostia y ese vino, lo cual evidentemente facilita su consumo, no se entiende por qué en algunos casos hace sangrar esa hostia o convertir el vino en sangre con sus características corrientes, es decir roja, con leucocitos y eritrocitos, ADN, etc.

Si alguien ha tenido la gracia de recibir una revelación particular, una experiencia supra sensorial que hace que su corazón se ilumine con la verdad de la presencia de Jesús en la eucaristía, indudablemente debe dar gracias a Dios por ello. Y, si lo considera oportuno puede dar testimonio, pero estas experiencias no son necesarias ni Dios se las concede a todos.

La Iglesia enseña que los llamados milagros eucarísticos no forman parte de la revelación pública y no es obligatorio creer en ellos, ni aun cuando sean reconocidos oficialmente por la Iglesia.

Para terminar, recordemos las palabras de Santo Tomás :“Creer es un acto del intelecto que, con la ayuda de la voluntad movida por Dios por medio de la gracia, da el propio consenso a la verdad divina”.
Y las de San Pablo: “La Fe depende de la predicación y la predicación a su vez actúa por la Palabra de Cristo” (Rm 10, 17).

 

 

Los “cuerpitos” de cera, una tradición entre la magia y la fe

 

Los “cuerpitos” de cera, una tradición entre la magia y la fe

La costumbre de adquirir figuras de cera —los llamados “cuerpitos”— y depositarlas ante imágenes religiosas en Colombia hunde sus raíces en un largo proceso histórico en el que se entrelazan religiosidad, simbolismo y prácticas mágicas. Esta tradición, aunque fuertemente arraigada en la religiosidad popular, suscita la pregunta sobre su verdadero origen y el sentido que hoy conserva.

Antecedentes históricos

El uso de la cera como soporte simbólico no es reciente. Ya en la Antigüedad etrusca y romana se ofrecían modelos anatómicos en cera como exvotos, testimonio material de dolencias físicas o de agradecimiento por curaciones. El documento Cuerpos de cera, un patrimonio olvidado. Religiosidad, superstición o ciencia en la representación del cuerpo humano, de A. Sánchez , S. Micó , N. del Moral,  lo confirma: Este material había sido ya empleado en la Antigüedad para realizar modelos de órganos enfermos o sanos que se daban como ofrendas votivas.

El mismo documento afirma más adelante:

Con el cristianismo medieval, la cera adquirió un sentido aún más profundo: A partir del siglo IX, su uso alcanzó un simbolismo máximo en el mundo cristiano al representar la carne del Salvador, luz y esencia divina. Dicha connotación encuentra su sentido dentro del contexto de los bestiarios medievales, los cuales otorgan un lugar preponderante y una importante carga simbólica a la abeja, insecto asexuado que, libre de cualquier impureza, se afana en la fabricación de una sustancia pura.

Así, los exvotos en cera se consolidaron como mediadores materiales entre el creyente y la divinidad.

Se destacó por esta tradición la Basílica de la Anunciación en Florencia.  Los peregrinos que llegaban a la iglesia a menudo dejaban ofrendas votivas de cera, muchas de ellas modelos a tamaño natural del donante. En 1516 se erigió un atrio especial para alojar estas figuras. A finales del siglo XVIII había unas seiscientas imágenes de este tipo, convirtiéndose en una de las principales atracciones turísticas de la ciudad. En 1786, sin embargo, todas se fundieron para hacer velas.  La figura funcionaba como sustituto del cuerpo real o del problema del devoto: una forma de “depositar” la enfermedad, la dificultad o el deseo en manos de lo divino.

En la península ibérica se han encontrado en antiguos santuarios figuritas humanas o de partes del cuerpo, que se ofrecían a las divinidades como representación de deseos de agradecimiento, sanación o solicitud de favores: los llamados exvotos ibéricos. Obviamente su principal función era servir como canal de comunicación entre los fieles y la divinidad.

Ya en la Edad Media, en toda la península Ibérica, se popularizaron los exvotos de cera. En las viñetas de un famoso poema, Las Cántigas de Santa María, aparecen personas ofreciendo figuritas de cera a la Virgen para poder tener hijos.

La tradición se conserva, especialmente en la región de Galicia, tanto es así, que incluso hoy en día, se pueden encargar por internet y por un precio de alrededor de 20 euros, bonitos exvotos en cera de cualquier órgano del cuerpo.

En Colombia podemos suponer que esta tradición llegó con los colonizadores españoles y se mezcló con costumbres indígenas de ofrendas materiales a lo sagrado. Podemos encontrar esta práctica, por ejemplo, en las celebraciones al Señor de la Salud en Pandi, Cundinamarca, donde los fieles compran los exvotos con figuras anatómicas, pero también con forma de casas, motos o automóviles, y luego hacen largas filas para depositarlos a los pies de la imagen en el Santuario.

Dimensión simbólica y mágica

Más allá de lo ritual, los “cuerpitos” cumplen una función simbólica que roza lo mágico. Continúa el documento citado:

 El acto del creyente que se acerca a una iglesia y cuelga un objeto en cera al lado de la efigie de una Virgen o de un santo, implorando la curación de sus males, puede ser considerado un método de expulsión, ya que, mediante el exvoto, la propia enfermedad es proyectada hacia el exterior, fijada sobre un objeto y entregada a otro ser, en este caso divino. De ese modo, todo lo negativo es neutralizado y la posibilidad de muerte por causa de enfermedad desaparece. Como consecuencia, la muerte es dominada usando como medio el objeto en cera. La cera adopta una función mágica, en el sentido de que el cuerpo real del fiel o alguna parte del mismo es sustituido por un simulacro dispuesto cerca a la imagen.  Entre más semejante sea la figura al cuerpo original, más eficaz será para el propósito deseado.

En esta práctica podemos ver un ejemplo de lo que James Frazer denominó magia simpática.  Esta se fundamenta en dos leyes:  la “ley de semejanza”, esto es, lo semejante produce lo semejante, y en la “ley de contacto”, que establece que las cosas que estuvieron unidas siguen actuando recíprocamente a distancia.

Función para los fieles

El creyente no percibe el cuerpito como un simple objeto, sino como una representación o signo de su necesidad, su angustia o su gratitud.

Mediante el exvoto, su fe se concreta en un gesto visible: depositar lo que pesa en el corazón en una figura que lo simboliza. Esta materialidad, pese al riesgo de superstición, podría, bien interpretada, reforzar la fe y sostener la esperanza en la intervención divina. 

Aquí debemos recordar que, como dice Ma. Rosa Palazón M.  en ¿Qué es la magia? Un análisis filológico y filosófico:

Wittgenstein objeta que la magia sea considerada como un error. Por el contrario, dice, la magia está integrada por ceremonias satisfactorias de deseos expresos: es decir, es una actividad que expresa, satisface y apela a nuestra vida afectiva. Por lo tanto, manifiesta las emociones de una especie animal, la nuestra, proclive a ritos que minimizan el caos y dan sentido a sus vivencias. Adicionalmente, y dado que este comportamiento cultural apela a sentimientos –reflexiona el mismo filósofo–, es insostenible la división de las personas en inteligentes objetivos y en tontos crédulos: “Es muy curioso el que finalmente todas estas prácticas sean presentadas, por así decirlo, como tonterías. Nunca será plausible que los hombres hagan todo eso meramente por tontería”.

Y, más adelante concluye la misma autora:

En suma, la humanidad ha tenido dos principios, a saber: el “mágico” y el “objetivo”, según los cuales los signos son y no son las cosas, faltando aún las investigaciones interdisciplinarias que deslinden cuándo creemos en uno u otro y cómo los hemos ido distinguiendo a lo largo de la historia y de nuestra vida personal, si es que logramos distinguirlos.

 ¿Se debe fomentar esta costumbre?

Aquí hay matices:

Desde la fe cristiana oficial: la Iglesia católica ha visto con desconfianza estas prácticas, considerándolas a veces supersticiones o residuos de paganismo. Insiste en que la oración y los sacramentos son los verdaderos medios de gracia.

El catecismo católico dice en el numeral 2117:

Todas las prácticas de magia o de hechicería mediante las que se pretende domesticar potencias ocultas para ponerlas a su servicio y obtener un poder sobrenatural -aunque sea para procurar la salud- son gravemente contrarias a la virtud de la religión…

Desde lo cultural: es una práctica profundamente arraigada en la religiosidad popular. Es patrimonio cultural, un testimonio de cómo la gente común ha buscado relacionarse con lo divino de manera tangible y creativa.

Desde lo humano: esta práctica tiene evidentes elementos mágicos, sin embargo, condenar la magia no es tan sencillo pues en el desarrollo de la humanidad y de cada individuo, el ser humano usa el signo de manera que puede ser catalogada de mágica, para crear lenguaje y cultura, esto es, para dotar de sentido a sus experiencias y domesticar el caos en el que se encuentra inicialmente inmerso.  En este sentido, esta práctica cumple una función emocional y social: ayuda a canalizar miedos, dar sentido al sufrimiento y reforzar la fe comunitaria.

En conclusión:

Más que fomentarla acríticamente o rechazarla tajantemente, la tradición de los exvotos, o cuerpitos, puede valorarse como patrimonio cultural y expresión de fe popular, pero acompañada de una catequesis que ayude a distinguir entre la confianza en Dios y la idea de que los objetos en sí mismos tienen poder.

Referencias:

Sánchez , S. Micó , N. del Moral, Cuerpos de cera, un patrimonio olvidado. Religiosidad, superstición o ciencia en la representación del cuerpo humano.

Ma. Rosa Palazón M. , ¿Qué es la magia? Un análisis filológico y filosófico

G. Frazer, Los principios de la magia

Catecismo de la Iglesia Católica

Wikipedia