Me propongo
analizar el video “1977” desde el referente de mi propia historia personal y
teniendo como referencia los materiales y las ideas del curso representaciones
culturales de las sexualidades de la Universidad Autónoma de Barcelona.
La tarea de
tratar de conceptualizar, de crear un esquema de conceptos desde el que abordar
la problemática de la construcción de identidad ligada al sexo-género y
enmarcada dentro de una cultura y de una historia personal es bien difícil. En
este escrito trataré de apropiarme del discurso que cuestiona y trata de visibilizar los
dispositivos a través de los cuales la cultura hetero-patriarcal impone una
mirada y una dominación sobre lo considerado anormal. La creación de un discurso emancipador es de
la incumbencia de todos.
Como dice Krishnamurti:
Nosotros vivimos de palabras, y las
palabras se vuelven también nuestra prisión. Las palabras son necesarias para
comunicarse, pero la palabra jamás es la cosa. Lo real no es la palabra, pero
la palabra se vuelve de máxima importancia cuando ha tomado el lugar de lo que
es. (J.
Krishnamurti, Cartas a las Escuelas, tomado de internet.)
Como apenas
estamos iniciando la tarea de intervenir el lenguaje para que sea más
incluyente y no opresivo, y, de alguna manera estamos aprisionados en el
diccionario de Maria Moliner, para citar uno de los textos que se nos proponen,
no es fácil poner en palabras lo que algunas propuestas artísticas como el
corto de animación “1977” de Peque Varela tratan de comunicar.
Nací en una
familia de maestros, y tuve 6 hermanitas y un hermano. Me eduqué en un colegio
público de niñas. Mi universo infantil era primordialmente femenino.
La
protagonista del video, que llamaremos La
peque, por su parte, ingresa en un universo mixto, y desde muy pequeña se
siente presionada a unirse al grupo de las niñas y a asumir comportamientos
específicos. Los juegos no son neutros sino que se participa en ellos desde la
feminidad o la masculinidad.
En mi caso
no fue así. Se jugaba a la pelota
simplemente o a “la mamá y la hija”, o sea a la familia. Pero esto era lo natural
puesto que el modelo a seguir era el de mi madre, madre de muchas niñas.
La madre de La peque no parece haber sido un
personaje determinante en la formación de su identidad. No se la muestra
jugando con muñecas.
Luego viene
el ingreso a la escuela y al espacio público.
La peque siente como violento el tener que
usar ropa de niña, hacer planas con letras derechas, seguir normas para todo.
Muchas veces siente un malestar en el vientre que se simboliza por un garabato
interior con el que lucha…sin embargo parece lograr un cierto acomodamiento.
Pienso que
al crecer en un universo tan predominantemente femenino, y tal vez por
habérseme permitido ingresar con entera libertad al mundo de los libros, mi
verdadero universo fue más interior que exterior. Pienso que crecí más como ser
humano genérico que como mujer. Y eso es raro porque el ser humano genérico es
el hombre. De modo que de alguna forma yo era hombre, en el sentido de ser humano genérico, antes que niña o
mujer.
A propósito,
y ya que como dice Meri Torras el cuerpo
es la representación del cuerpo, nuestros cuerpos de mujeres, de niñas, de
futuras madres, era lo que nosotros nos representábamos y eramos.
Nos proponían
jugar al sol y al agua, usábamos pelo corto, pantalones… en esto me identifico con La peque. Ella también parece haber sido ajena a las artes
femeninas de la coquetería o de la seducción. No se sintió presionada a para ser una niña bonita y logró vivir
cómodamente en su cuerpo.
La
normalización impuesta por la sociedad, y sobre todo por el padre, como para La peque, es representada por la niña que es conducida través del tablero
del juego de sociedad … pero esto en realidad es solo un juego… la vivencia
interna, la realidad no logra ser aplastada.
Bueno, luego
vino el asunto de la llegada de la primera menstruación. Como La peque, yo también oí la dichosa
frasesita:
“ya es mujer”
Suena como
una sentencia, una condenación a un sino desdichado…
Esa
asociación de la mujer con lo biológico es algo aterrador. Los hombres creen
que para una es natural, que de alguna manera una solo es una mujer, que si una se acerca a ellos solo lo hace como mujer y no como ser humano. Me ha
pasado muchas veces. Es por esto que el dicurso queer me parece liberador no solo para quienes tienen un sexo
ambiguo o algún transtorno de identidad de género…todas nosotras estamos en
mora de asumir la identidad de seres humanos y punto, y de que se nos reconozca
como tales. El rótulo mujer, de
alguna manera deshumaniza.
Igual
deshumaniza el tratar de ser macho… o lesbiana pura, o gay puro…
¿Qué otros
aspectos podemos destacar del video?
Recuerdo que
al tratar de asignar a María, aparentemente así se llama La peque, un género, surge la anomalía y parece estar mal clasificada. Es María y
está en el equipo de los hombres. Y peor, ¡le gusta otra niña! Fatalmente llegan los insultos, la violencia
que pretende enmarcarla, marimacho, marica…
Como dice
Teresa de Laurentis
“El género, como la sexualidad no es
una propiedad de los cuerpos o algo que existe originariamente en los seres
humanos, sino que es el conjunto de los efectos producidos en cuerpos,
comportamientos y relaciones sociales debido al despliegue de una completa
tecnología política.”
Volviendo al
video, finalmente La peque decide que
no le van a importar los insultos como marica
o marimacho y que no se va a amargar
por lo que piensen los demás. Le da un puntapié a estos estereotipos y se lanza a la vida son más estorbos. Se me ocurre que quizás viva un lindo amor,
como la protagonista de Te dejo, amor, en prenda el mar” de Carmen Riera, o, más
probablemente, se dedique al cultivo de lechugas y de vez en cuando se reúna
con sus amigas de Barcelona en El
banquete de Safo…
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