Comentario sobre la novela de Joanne Rochette, novelista
quebequense actualmente en Bogotá.
¿Cuáles son estos vientos salados? Los vientos marinos que a
la vez animan la vida animal y asfixian la vida del alma. Los vientos de la
libertad. O del ansia de libertad, ese
espejismo que nos impulsa a la aventura, a transitar por mares insondables
donde la razón se pierde.
El delirio, según Delphine comporta su propia inteligencia. Penetrar esta nueva dimensión, dejarse llevar
por estos vientos, es algo del orden de lo sagrado.
Delphine descubre esta chispa en brazos de Ernesto. La
visión de una mano, el contacto con este ser libre y viril, la conducen por
caminos extraños y atrevidos.
Ernest, piloto del rio San Lorenzo, por su parte, solo está
comprometido con el rio. Lo conoce hasta en sus más mínimos detalles, y gracias
a esto puede pilotar con éxito grandes
barcos desde Bic, a la desembocadura hasta Quebec y más allá, hasta el otro
lado del mar, Londres o Liverpool.
De un padre que veían solo en invierno, marino y
librepensador, Ernest y sus hermanos habían recibido como herencia “una especie
de confianza que les hacía inaccesibles a la tontería de los demás, las burlas de
los niños en la escuela no los alcanzaban”.
Ni el cura del pueblo que lograba someter fácilmente a las reglas del
catolicismo romano a la mayoría, había podido evitar que asumieran libertades y
actuaran según su parecer. ¿No era acaso el mar, siempre en movimiento de modo
que no podía engendrar más que inestabilidad, desorden y anarquía, quien había
inspirado el paganismo griego?
Delphine, por su parte, es libre frente a las mujeres del
pueblo, sometidas a las labores domésticas, los embarazos sucesivos y a la
continua espera de sus hombres. Ella se deja llevar de su pasión y deja
Montreal para ir a Bic, el pueblo de Ernesto.
Allá se encuentran en los escasos momentos que los ires y venires del
marino le permiten acercarse a su lecho.
Pero Delphine avizora una vida de continua espera, de
angustia, de pérdida de sí, y decide
someter su cuerpo a fin de asegurar la libertad de su espíritu.
Pero esta búsqueda de libertad por parte de Delphine y de
Ernest no acaba bien. El conflicto no se resuelve porque, por caminos separados
ambos sucumben a un destino trágico.
La trama desarrolla una serie de paradojas. Delphine envidia
la libertad de Ernest. Se lo imagina
cruzando los mares y siendo el timonel de su propia vida, yendo y viniendo a su
antojo mientras ella lo espera
ansiosamente. Pero él se compara a
veces con los marineros de barcos que surcan los océanos mientras que él
está obligado a recorrer siempre la misma ruta... Delphine deja a Ernest para
ir a trabajar con su hermano mientras lleva una vida de familia que no la
esclaviza en la medida en que el amor está ausente. Finalmente una circunstancia accidental le muestra lo lejos que está de tener el
control…
Esta novela nos lleva a descubrir el mundo de los pilotos del rio San Lorenzo en
el Quebec de comienzos del siglo XX mientras contemplamos la historia del amor
entre una mujer citadina y un marino; amor que atraviesa por las dificultades de
toda pareja, no resueltas aún hoy, de un
encuentro por fuerza disparejo, la pasión que obnubila, la pérdida de la libertad,
la familia… Delphine es una mujer de ayer, de hoy, de siempre…